Era la una y media del medio día y más de uno, junto a la puerta de la iglesia de Sant Carles, comenzaba a mirar de forma angustiosa su reloj. Los culpables, tres. Por un lado el intenso calor, impropio de un 4 de noviembre, por otro el olor a parrilla de carne que traía el viento hasta la puerta del templo desde un restaurante cercano, y por último, el obispo de Eivissa, Vicente Juan Segura, quien prolongó su misa más de lo habitual.
Día grande al calor de noviembre
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