El evento reunía a un total de 25 asociaciones pitiusas que representan a distintos pueblos, comunidades y nacionalidades del resto de España y del extranjero.
Entre ellas, se estrenaba la Asociación Raíces Eslavas, que apenas cuenta con un mes de andadura y que no dispone todavía de ningún local para organizar sus actividades. Su presidenta, Elena Prokhorova, dirigía a un amplio grupo -formado por rusos, polacos, georgianos y también ibicencos- preparando una actuación.
Además, el encuentro sirvió para que visitantes y participantes comprobaran que dentro de una exuberante y exótica diversidad de costumbres a veces se producen sorprendentes coincidencias que nos acercan.
Así, en el estand de la asociación japonesa Waibiza, se mostraban los tradicionales kimonos junto con los furoshiki pitiusos, una especie de hermanamiento en el uso de los pañuelos que tienen en común Japón y las Pitiüses, en el caso nipón como objeto decorativo o de regalo y en el local como fermall o lligall.
Mientras, en el escenario, la Asociación de Polinesia seducía al público con las danzas típicas de este millar de islas del Pacífico.
Tras ellas, los senegaleses Mama Africa llenaron el recinto de ritmo bambu -propio de este país africano- en el que los protagonistas fueron sus peculiares tambores.
Después de un percutido diálogo entre los músicos que tocaban en el escenario y otro que apareció desde un lateral del recinto, otros cuatro senegaleses se subieron al entarimado para escenificar un vibrante espectáculo sobre el esclavismo que durante siglos sufrió su país.
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