Jonathan Blanch, el indigente francés que pereció en una pelea en la calle Alfonso XII de Vila, intentaba desde hace meses regresar a París con el único deseo de poder volver a ver su mujer y su hija. Llevaba cuatro años sin saber nada de su familia. Él mismo presintió su muerte. «Me dijo que no lograba salir de la isla y que si lo conseguía era muerto».

Así lo explica Abdennasser, un amigo íntimo del fallecido y para el que, según la policía, fue el primer sospechoso que se barajó cuando se hallaron posibles indicios criminales en el suceso que costó la vida a Blanch. «Me enteré de su muerte y de que la policía me estaba buscando. Yo mismo fui a Comisaría para saber qué ocurría», relató este joven marroquí que, como la víctima, buscaba una oportunidad en Eivissa.

«Jonathan vino a la isla porque un amigo suyo con mucho dinero le prometió un buen trabajo. Vino con otros dos compatriotas. Luego no pudo ser y empezó a transitar por aquí. Me conoció a mí y le ofrecí venirse con nosotros a la Comandancia. Luego conoció a una chica francesa y se fue con ella a una casa de Sant Jordi donde también estaba el hombre que está preso por su muerte», comentó Abdennasser. «Consiguió trabajos en la construcción y luego estuvo de mecánico con un italiano. Pero su principal deseo era estar con los suyos. Hace un mes mandó una carta a sus padres pero no recibió respuesta. Todo eso le angustiaba mucho», añadió.

Abdennasser vio por última vez a su amigo hace una semana. Estaba en un piso con otros dos árabes celebrando el Ramadán cuando llegó Blanch. Tras saludarlo se marchó con su teléfono móvil, aparato que luego recuperó la policía. «Lo cogió para venderlo y conseguir un billete para regresar a París. Nadie le ayudó», lamentó Abdennasser.

«Apasionado»

Según este mismo testimonio, Jonathan no era violento como tal. «Más bien era muy apasionado por todas las cosas», explicó su amigo. «No es cierto que tomara cocaína por sistema. Le gustaba beber mucho. Lo de la cocaína era ocasional y sólo si alguien le ofrecía. Era únicamente una persona a la que gustaba vivir bien y disfrutar mucho de todo, como tener buena ropa», agregó. Abdennasser se enteró de la muerte de Jonathan Blanch por la calle. «Me dijeron que lo habían visto cerca de un bar gay con el hombre que ahora está preso y que tenían una botella de vodka y cocaína. Éste sí que era violento. Cuatro días antes habían tenido otra violenta pelea en el dormitorio en el que él dormía pero no sé por qué».

Dicha persona, el francés A.D.Y., de 25 años, ingresó en prisión el pasado 26 de septiembre después de que la policía le detuviera en el hospital. Según la investigación policial, Blanch cayó por unas escaleras de las calle Alfonso XII agarrado a dicha persona cuando ambos se enzarzaron en una pelea. Según los testigo, A.D.Y. pateó en el suelo a la víctima. Otro hombre que le acompañaba, el rumano O.A.M., también fue apresado, pero quedó en libertad provisional tras pasar ante el juez.

«La policía le comunicó hace tres meses que lo estaban buscando en Francia», explicó su antiguo compañero de «piso» en la Comandancia Militar de Eivissa. Jonathan Blanch vino a la isla buscando un futuro mejor después de una vida truncada en Francia. Según Abdennasser, Blanch estuvo seis meses preso en una cárcel francesa por haber apuñalado «dos o tres veces» a un hombre al que sorprendió con su mujer. Luego se apuntó en la Legión y vivió en Marsella. Tras salir del Ejército, viajó hasta Eivissa. Apenas hablaba castellano y durante su estancia en la isla encontró trabajos ocasionales en el sector de la construcción y también como mecánico. «Lloraba muchas veces porque quería ver a su mujer y a su hija pero creo que había una orden judicial que lo impedía», explicó Abdennasser.