Tomás A.R., el mentalista deportivo acusado en Eivissa de abusos sexuales a un grupo de mujeres, en un caso que también se ha visto salpicado el ex guardameta internacional Santiago Cañizares, será excarcelado antes de que concluya el mes para que se pueda resolver en su presencia si queda libre o continúa en prisión. Su defensa ha pedido que comparezca en el juzgado para este trámite al cumplirse el plazo de dos años de privación de libertad, circunstancia que coincide con el hecho de que el magistrado que instruye la causa, el juez Pablo Mendoza, no ha podido concluir el sumario porque, pese a reclamarlo con premura, aún no ha llegado a su mesa el informe psicológico que pidió a un perito oficial.
La elaboración de dicho informe, por el que se designó a un especialista ajeno a las partes para que examinara a las afectadas, se consideraba el último trámite que restaba antes de que el juez Mendoza concluyera las diligencias. Tras ello, la causa pasaría a las acusaciones particulares y a la Fiscalía para que éstas formularan sus escritos y se pudiera resolver quién de los implicados debía sentarse en el banquillo y a qué penas debían enfrentarse. Hasta la fecha, tres han sido las personas que han tenido que declarar como sospechosos: Tomás A.R., un joven de la isla al que se acusó de «ayudarle» en sus manejos con las jóvenes y el propio Santiago Cañizares, citado por dos de las denunciantes por yacer con ellas y en grupo cuando presuntamente eran menores. El ex futbolista lo negó todo.
El mentalista es el único que ha pisado la cárcel. La ley española establece que, por norma, una persona no puede estar recluido más de dos años como medida cautelar sin que se tome una decisión sobre ella o se vislumbre la celebración de un juicio que confirme o despeje dudas. Todas las fuentes consultadas explicaron a este periódico que el juez sólo se podría apoyar, motivándolo, en una circunstancia extraordinaria para confirmar la situación provisional del reo.
El magistrado denegó en otras ocasiones durante el proceso la posibilidad de que dicha persona quedara libre al valorarse no sólo las altas penas a las que podía enfrentarse por los abusos sexuales que se le imputaban sino también al tomarse esta decisión cuando el juzgado iba reuniendo denuncias que, lejos de disipar sospechas, las concretaban. Una quincena de denuncias se recogieron de mujeres que dijeron haber sido burladas por el «poder» del mentalista, varias de ellas cuando eran menores.
Tomás A.R. no quiso declarar el primer día que pudo hacerlo ante el juez. Luego, sin embargo, cambió de opinión y quiso declarar en sede judicial. Ante el magistrado se mostró como un hombre destrozado que estaba siendo víctima de un montaje por personas a las que sólo había tratado de ayudar cuando pasaban por problemas. Sólo reconoció en contadas ocasiones «muestras de cariño» y nuca contactos sexuales.
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