Las fuerzas policiales dieron con la identidad del sospechoso tras investigar su comportamiento por la red.

El juez de guardia recogió ayer el testimonio de un vecino de Formentera que decidió entregarse a la policía al saberse buscado después de que al menos cuatro mujeres le denunciaran hace tres años por ser supuestamente víctima de chantajes y amenazas por parte de esta persona para que se desnudaran delante de sus ordenadores y él pudiera verlas por internet con la ayuda de cámaras instaladas en sus respectivos equipos. Las denuncias procedían de jóvenes procedentes de distintos puntos de la Península, lugar donde el sospechoso residía antes de trasladarse a Formentera.

El acusado, que se mostró colaborador desde el primer momento en que su familia le informó de que la policía le estaba buscando, quedó ayer en libertad provisional a la espera de los requerimientos que se le hagan desde el juzgado peninsular que finalmente se quede con la instrucción de la causa. Según la información recogida por este periódico, dicha persona, un hombre joven natural de la comunidad castellanoleonesa que se había instalado ahora en Formentera, fue juzgada y condenada en su día por una falta de amenazas al parecer relacionada con este mismo comportamiento. No se descarta que durante la investigación judicial puedan salir más casos que relacionen con otros hechos similares a los que ahora se le imputan.

La policía tenía previsto ayer, con autorización judicial, realizar nuevas investigaciones en esta isla para aclarar si el acusado pudo supuestamente actuar también desde Formentera y si también puede está relacionado con delitos de pornografía infantil. Sin embargo, según su testimonio, no contaba en la actualidad con ordenador ni con material o fotos que pudieran ser ilegales y todo ello formaba parte de su pasado tras vivir un mal momento personal. La policía dio con la identidad del sospechoso después de investigar cuatro denuncias de jóvenes que habían sido víctimas de amenazas cometidas con un mismo modus operandi.

Las pesquisas policiales llevaron a la conclusión de que el acusado, que usurpaba identidades, se granjeaba la amistad de las chicas tras chatear con ellas, introducirse en foros y correos electrónicos y hacerse con datos privados de ellas y de sus familias. Cuando lo consideraba oportuno, desvelaba sus intenciones reales y chantajeaba a sus víctimas pidiéndoles que hicieran determinadas cosas que eran de su agrado bajo la amenaza de que les podía pasar «algo» a sus seres queridos. Para demostrar su poder, les daba a conocer datos íntimos sobre ella o sus seres queridos que había obtenido gracias a sus distintas «personalidades» por la red o introduciéndose en los canales oportunos. De esta manera, siempre según las denuncias-, el acusado hacía que las mujeres se proveyeran o adquirieran, si no la tenían, una cámara web para poder conversar con ellas y culminar sus deseos «cara a a cara» a través de la red.