Los tres y hombres y la mujer detenidos por la policía en la denominada operación Muleta, con la que se ha desmantelado un laboratorio de cocaína en Vila e intervenido 24 kilos de pasta de esta sustancia, ingresaron a última hora de la tarde de ayer en prisión. Así lo determinó el juez guardia, Santiago Pinsach, responsable del juzgado de Instrucción número 4, después de que el fiscal solicitara esta medida cautelar para todos los acusados. En este sentido, el juez Pinsach también estableció, como así lo requirió la representante del ministerio público, que no se fijara ningún tipo de fianza que posibilitara a alguno de los sospechosos obtener la libertad provisional.
J.F.T., de 35 años, I.T.V., de 27, L.L.G.V., de 34, y C.A.P.T., de 27, todos ellos de nacionalidad colombiana y vecinos de la Avenida de España, llegaron al edificio del los juzgados sobre las cinco de la tarde. Todos ellos comparecieron y declararon ante el juez Pinsach, sin acogerse a su derecho a guardar silencio, opción que suele ser habitual entre traficantes colombianos por temor a represalias. Sus manifestaciones, sin embargo, son toda una incógnita porque el magistrado las recogió dentro del secreto de sumario con el que en su día protegió la investigación policial el juez José Espinosa, titular del juzgado de Instrucción número 2 de Eivissa y persona que dirigido y supervisado las pesquisas desde que hace cinco meses se iniciaron las primeras indagaciones.
De todo, ello sin embargo, ha trascendido que la policía consideraba que los cuatro detenidos formaban un grupo autónomo que se encargaba tanto del transporte de la droga desde Sudamérica como de su preparación para que fuera puesta a la venta y directamente distribuida por los consumidores de la isla. Los presuntos traficantes, de hecho, asumían también las tareas de vigilancia y ellos mismos se turnaban para custodiar el laboratorio que supuestamente explotaban en un domicilio del número 24 de la avenida Isidoro Macabich. Los sospechosos, a los que en su casa se les intervino 32.000 euros, tras tratar la cocaína y prepararla, confeccionaban papelinas de un gramo que estaban listas para su venta.
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