Junto al tipo de turismo, la queja que más se oye es la necesidad de endurecer unas leyes que para la mayor parte de los pequeños comerciantes «parecen que protege n más al delincuente que al honrado».
Más de un comerciante confesó que al final han desistido de denunciar los robos porque era mayor el perjuicio que el beneficio. «Pillas a alguien robando una prenda de ropa, le retienes hasta que llega la policía, tienes que ir a formalizar la denuncia, esperas durante un buen rato a que te atiendan y en ese periodo de tiempo tienes que cerrar el comercio. Al final has perdido bastantes horas y cuando regresas para reanudar tu negocio te los vuelves a encontrar en la calle paseando en frente de tu local como si se jactaran», explica otro encargado de un comercio. «Y la culpa no es de la policía que hace su trabajo lo mejor que puede si no de estas leyes que les sueltan en cinco minutos», añade.
Existen dos perfiles de delincuentes según los comerciantes: los italianos y los españoles, normalmente jóvenes que se afanan en sustraer camisetas de discotecas, llaveros, collares, detalles de porcelana o «prácticamente lo que sea que tenga apariencia de souvenir para regalar a la vuelta», matiza la encargada de un negocio de bisutería y regalos. «Durante el mes de agosto es prácticamente imposible no ver a nadie guardando algo en el bolso» añade con resignación.
El segundo tipo de delincuente es más sofisticado, viene organizado en pequeños grupos y suelen ser árabes o de países del este, tal y como aseguran los propios comerciantes. Se dedican más al hurto de ropa y a sustraer dinero, móviles u objetos de los propios clientes que entran en las tiendas. En este segundo grupo, muchos comerciantes, también incluyen a los politoxicómanos, que roban más a los compradores en descuidos de éstos.
A pesar de que muchos reconocen que denuncian este tipo de delitos, la mayoría asegura que ha tenido que incluir más seguridad en sus locales en forma de cámaras de grabación para intentar mermar el ansia delictiva de algunos. A pesar de todo, ni las cámaras ni los vigilantes han logrado disuadir demasiado. «Es imposible que esto cambie si denuncias y parece que no sirve de nada y si les pillas robando y no tampoco les da vergüenza».
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