Una vecina de Platja d'en Bossa y sus dos hijos, uno de ellos
adolescente, aseguraron ayer en el juzgado que desde el pasado día
3 se habían visto obligados a pernoctar en un coche después de que
el cabeza de familia, ahora preso, le dijera que «no iba a llegar a
los 40» y, en otro capítulo, éste presuntamente exhibiera una
navaja al joven de 16 años que nació fruto de la unión de la pareja
hace 17 años.
El acusado, que compareció ayer en juicio y que no quiso
declarar, se enfrenta a dos años de prisión. Los afectados
testificaron ocultos tras un biombo. «Sólo subíamos a casa cuando
veíamos que se iba a trabajar», manifestaron en la vista que se
celebró ayer.
Según relató el menor, la situación se hizo aún más insostenible
después de que la madre denunciara al cabeza de familia y él
recibiera una llamada de su abuelo en la que no sólo le decía que
«en su conciencia quedaba todo lo que estaba ocurriendo» sino en la
que también le advertía de que estaban siendo vigilados 24
horas.
La detención del sospechoso, C.M.P., un albañil de 40 años, tuvo
lugar a mediados de este mes después de que interviniera la Guardia
Civil pero, según la afectada, los supuestos malos tratos venían de
años atrás cuando la pareja residía en la comunidad de Castilla-La
Mancha.
La víctima, asimismo, señaló que su anterior pareja murió en la
Península en un accidente de tráfico y que vio cómo su padre
recibía un disparo en la cara por un problema familiar. La mujer
añadió que durante este tiempo -en concreto hace seis años- la
Guardia Civil requisó una pistola al acusado pero que ella, pese a
los consejos de los agentes, optó por no denunciar «esperando que
todo se solucionara». La pareja se trasladó a la isla hace tres
años confiando en que sus problemas de convivencia quedaran
solventados en la nueva andadura de su relación. «Lejos de
resolverse todo ha ido empeorando y ya no hay ninguna comunicación
ni sé qué es lo que se le pasa por la cabeza porque creo que toma
drogas», comentó la afectada.
Añadió que en estros últimos siete meses los insultos y
humillaciones han sido diarios, vejaciones que, a veces,
supuestamente iban acompañados de escupitajos. En los últimos
capítulos -siempre según la denuncia- el acusado presuntamente
llegó a ponerse varias veces el dedo en el cuello, moviéndolo en
dirección horizontal, al tiempo que le decía a la mujer que se lo
iba a cortar. La víctima explicó que denunció, convencida por sus
hijos y por los consejos continuos de los vecinos y de sus
allegados. «Los vecinos daban golpes en los tabiques cuando se
producían las discusiones», aclaró la denunciante. El acusado
reingresó ayer en prisión en espera de que continúe el juicio,
suspendido para citar de nuevo a varios guardias civiles.
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