La madre y los tíos de los dos pequeños denunciaron los posibles abusos en el juzgado en septiembre de 2003.

El acusado, un hombre que había logrado rehacer su vida con otra pareja tras sufrir problemas con las drogas y que acababa de ser de nuevo padre, fue procesado después de que su ex mujer denunciara en septiembre de 2003 en el juzgado los posibles tocamientos que habían sufridos sus dos hijos, entonces de 3 y 9 años. Este último vivía con sus tíos y relató, tras una conversación con su hermana, que a él le había ocurrido algo similar a lo que la niña supuestamente contaba.

La juez Martina Rodríguez, titular del juzgado de lo Penal número 2 de Eivissa, sin embargo, ha acordado dictar un fallo absolutorio al ahondar en el caso y encontrar que nada de lo dicho rompía la presunción de inocencia del imputado. Así, la juez Rodríguez valora las circunstancias especiales de una pareja que se acaba de separar y los propios problemas que atravesó la madre, aquejada además de una esquizofrenia.

Al respecto, tras la declaración de los médicos en el juicio, vista que como ya informó este periódico se celebró a puerta cerrada, la magistrada ha resuelto que ningún facultativo dio fe de los presuntos abusos. Asimismo ha apreciado, por estos mismos testimonios, una insistencia de la mujer porque se certifique que su hija había sido objeto de tocamientos.

De hecho, uno de los médicos que vio a la pequeña declaró haberse sentido «coaccionada» por la madre. Esto ocurrió después de que la mujer detectara en la menor pequeños hematomas en los muslos coincidiendo con una vaginitis que la niña padecía. Los médicos tampoco observaron que la pequeña tuviera miedo en las exploraciones ni descubrieron en ésta desgarros, lesiones propias de este tipo de abusos. La juez también reflexiona sobre el relato efectuado por el niño, creíble según dos de los tres peritos que intervinieron. La magistrada recoge que el pequeño vivía una situación difícil por la separación de los padres y éste bien pudo repetir lo que oía de su hermana. Ello también pudo dar pie a que el menor, viendo la atención que estaba recibiendo su hermana, hiciera estas manifestaciones «con el lógico sentimiento de querer acaparar protagonismo», dice la sentencia.