Ella le denunció por presuntos malos tratos, y ahora está
arrepentida. Con su denuncia, la máquina legal se puso en marcha y
de un juicio rápido nació una orden de alejamiento. Ahora ella
visita los juzgados de lo Penal de la isla para ver qué se puede
hacer. Quiere estar con su marido, que regrese a casa, pero la ley
no lo permite; la orden de alejamiento marca claramente el número
de metros a los que él no se puede acerca ella, ni a la casa en la
que convivían. «Haberlo pensado antes», se murmura a su alrededor
en los juzgados: «Ahora hay que cumplir la ley». «En realidad
-explica ella a los funcionarios- no fue para tanto; la denuncia
fue precipitada».
El problema es que cuando se interpone no hay quien pare la
máquina. Primero va el juicio rápido y, de seguido, la orden de
alejamiento. Ya es tarde para retirar la denuncia. Entre las
estancias del juzgado se escucha: «La televisión y muchos
organismos animan tanto a denunciar cualquier presunto maltrato que
luego pasan estas cosas». «Ahora que esta mujer vaya a protestar a
la televisión o a la Oficina de la Dona».
A raíz del preocupante aumento de mujeres asesinadas a manos de
sus parejas masculinas, el número de denuncias por presuntos malos
tratos se ha disparado de forma un tanto «sensacionalista», dice un
funcionario; «algunas mujeres son de denuncia fácil y, animadas por
la coyuntura y por los medios de comunicación, se van directas al
juzgado por casi cualquier cosa», añade. Después, tras el calentón,
viene en ocasiones el arrepentimiento.
Ya hay jurisprudencia sobre estos casos. Se han presentado
recursos de posible inconstitucionalidad contra la parte de los
artículos 48 y 57 del Código Penal, que define el contenido de las
órdenes de alejamiento, puesto que ¿quién puede impedir a una mujer
estar con su marido si es lo que quiere, haya o no orden de
alejamiento?
El pasado verano, un marroquí pasó cuatro meses en prisión
preventiva por una denuncia que interpuso su esposa -de la misma
nacionalidad-, quien después, en el juicio, frente a la juez,
explicó que en realidad le golpeó flojo y que, además, ella le pegó
primero.
«Quiero que mi marido vuelva a casa conmigo, no quiero que está
más en la cárcel», dijo a la jueza, que dejó en libertad al
encarcelado. «Quien te quiere, te hará sufrir», acertó a decir la
abogada del turno de oficio del marroquí liberado.
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