En principio, al cierre de esta edición, fuentes oficiales
reconocieron que cerca de 300 personas habían muerto en la isla
Nias, al oeste de la isla indonesia de Sumatra, a causa del
terremoto de magnitud 8'7 que llevó ayer a varios países a declarar
una alerta de «tsunami».
Funcionarios civiles y policías de Nias, situada a unos 125
kilómetros al oeste de Sumatra y hasta no hace mucho paraíso de
surfistas, dijeron al canal nacional de televisión que al menos 290
personas habían perecido sepultadas por los escombros de los
edificios destruidos por el seísmo.
«Estoy seguro de que decenas de personas han muerto», declaró
ayer a la televisión local el vicegobernador de las Nias, Agus
Mendrofa.
«Hay cerca de 10.000 refugiados en las montañas de Sitoli en
este momento. Todo el mundo tiene pánico, intentan salvar a sus
familias», informó el vicegobernador, con voz entrecortada y
visiblemente confuso.
Según Mendrofa, también les consta que al menos dos o tres
edificios grandes se han derrumbado y la policía busca
supervivientes entre los escombros.
El seísmo se produjo a las 23.09, hora local (16.09 GMT), y se
situó en el mar, a 30 kilómetros de profundidad y a 205 kilómetros
de Sibolga, en la costa occidental de Sumatra.
Toda la isla fue sacudida por el terremoto, que duró entre dos y
tres minutos y pudo sentirse también en Tailandia, Malasia y
Singapur.
En Calang, en la costa occidental de Aceh, voluntarios españoles
de la ONG Médicos del Mundo declararon que buscaron una zona segura
y la población se ha refugiado en la colina cercana que les salvó
hace tres meses de las olas gigantes y en la que la mayoría vive
desde entonces.
Más del 70 por ciento de los 9.000 residentes de Calang
fallecieron el pasado 26 de diciembre y muchos no habían superado
todavía el trauma de la pérdida de decenas de familiares y
conocidos. «Pánico total entre la población, la policía ha
anunciado con altavoces que no pasaba nada, pero han evacuado a la
colina», dijo Cristina Miñana, coordinadora en Aceh de Médicos del
Mundo. En Banda Aceh, la capital provincial, las calles estaban
colapsadas de coches, motocicletas y gente que corre asustada para
alejarse del mar mientras la policía pide tranquilidad.
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