Dos albaneses armados secuestraron a las seis de la mañana de
ayer un autocar con ciudadanos griegos y extranjeros que viajaban
del pueblo de Maratón, a 30 kilómetros de Atenas, a la capital, a
trabajar. En los primeros momentos del secuestro, el chófer, el
inspector y una pasajera lograron escaparse cuando los
secuestradores dispararon al aire por primera vez de un total de
una docena de veces.
El secuestro se prolongaba más de catorce horas y las
autoridades griegas desplegaron todas sus fuerzas policiales
antiterroristas, así como sicólogos para negociar con los
secuestradores que piden volar a Rusia. El ministerio de Orden
Público griego está utilizando en esta ocasión la experiencia que
obtuvieron las fuerzas policiales para garantizar la seguridad de
los Juegos Olímpicos que se celebraron en Atenas durante el
verano.
Los nuevos métodos de la policía para afrontar la crisis, como
abastecer con pilas adicionales a los móviles de los pasajeros y
mantener así un canal de comunicación, o la creación de un centro
de emergencia para albergar a los familiares de los pasajeros en un
supermercado contiguo al autobús inmovilizado, son algunos de los
ejemplos.
Las negociaciones que en trece horas llevaron a liberar a 16
rehenes han sido objeto de alabanzas por parte de la opinión
pública.
Sin embargo, por segunda vez en cinco años, un extranjero se ha
apoderado de un autobús sembrando el pánico entre la gente y
alimentando la inseguridad entre los once millones de griegos que
tienen que convivir ya con más de un millón de inmigrantes legales
y medio millón de ilegales.
En 1999, un albanés se apoderó de un autobús que viajaba al
norte de Grecia, y obligó al chófer a llevarles a Albania y después
de dos días y medio, murió en un tiroteo con las autoridades
albanesas, así como uno de los pasajeros griegos.
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