«Lo único que puedo decir y pensar es que cuando estés muerta y
bajo tierra, una vez que los insectos se coman tu carne, quizás
entonces te salga el diablo. No tienes nada bueno dentro, en
absoluto, no quisiste a tu padre ni a tu madre, únicamente los
utilizas, eres una persona egoísta y psíquicamente enferma.
Bienvenida a casa, las ratas te están esperando, como te
corresponde».
Este es un párrafo de una de las dos cartas que constan envío
supuestamente un norteamericano residente en Santa Eulària a la que
fuera su pareja. Este hombre tendrá que sentarse en el banquillo
para responder no sólo de las amenazas que figuran en este escrito
sino también de al menos otros doce episodios de violencia (algunos
con agresión) que sufrió su ex compañera en un intervalo de un
año.
El fiscal, por todo ello, ha reclamado penas que en su conjunto
suman los siete años de prisión para el acusado, un hombre de
mediana edad con muchos años de residencia en la isla. Se propone
que esta condena se sustituya por su expulsión del país durante
diez años.
El acoso que soportó la víctima también afectó a sus amigos, su
familia y su nueva pareja, que presuntamente también fueron objetos
de amenazas.
El sospechoso, en un acoso que, al parecer, obligó a distintas
actuaciones policiales después de que el juzgado protegiera a la
afectada con una orden de alejamiento y éste las incumpliera en
repetidas ocasiones, también reprochó a la víctima que se quedara
con la casa que ambos compartieron en su día.
El juzgado tienen constancia de que el primer capítulo de
violencia doméstica ocurrió en abril de 2002. El presunto
maltratador se presentó en la vivienda de su ex pareja y, tras
acorralarla y golpearla, le anunció que había decidido contratar un
matón para luego, rectificar, y asegurarle que lo iba a hacer él
mismo para no dejar pistas. Este mismo mes la mujer sufrió otras
tres situaciones de acoso. En una de ellas su ex compañero le dijo
supuestamente que la iba a ahogar en la piscina y en otra se vio
perseguida en coche por toda la ciudad de Eivissa.
El juzgado dictó una orden de protección a la víctima en junio
de 2002, dos meses después de registrarse los primeros sucesos.
Pese a ello, el sospechoso intensificó sus ataques y visitas a la
casa dando ultimatums a sus habitantes y profiriendo nuevas
amenazas en las que hablaba de acuchillar a todos los
habitantes.
La propia afectada volvió al juzgado para mostrar en noviembre
de 2003 su estado de terror. El fiscal requirió en su día al
juzgado como medida cuatelar que fuera detenido inmediatamente el
sospechoso y que ingresara en prisión para evitar todo tipo de
riesgos. Pese a todo, según la información recogida por este
periódico, el sospechoso, al parecer, no ha podido ser localizado
aún y sigue en busca y captura.
A dicha persona, en concreto, se le acusa de delitos de malos
tratos psíquicos habituales, amenazas y lesiones.
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