Por otra parte y en el marco de las medidas de seguridad
implementadas a raíz de los atentados de Madrid, todos los
establecimientos legales de alojamiento de las Pitiüses estarán
conectados por internet a los sistemas informáticas de la Guardia
Civil y del Cuerpo Nacional de Policía en la isla a partir del
próximo martes, de forma que todos los nombres de los clientes
quedarán registrados y controlados automáticamente. La Federación
Hotelera de las Pitiüses preparó hace meses una herramienta
informática que, casualmente, ahora será de gran utilidad. Ayer, el
presidente de la Federación Hotelera pitiusa, Pedro Matutes,
calificó el sistema que se utilizará a partir del martes en las
islas de «pionero en toda España». La Federación coordinó en su
momento el funcionamiento del sistema de trabajo con sus colegas de
Menorca y Mallorca.
En este sentido, las investigaciones apuntan a que Jamal se
relacionó con uno o varios vendedores de droga, pero no con
terroristas o células durmientes de la organización terrorista. La
policía ha conseguido recabar una gran cantidad de datos y uno de
ellos, uno de los más valiosos, es que «El Chino» cerró en Balears
una operación de compra de un alijo de 30 kilos de hachís que
permitió, con posterioridad, adquirir explosivos usados en la
matanza de Madrid del 11-M. Una llamadas telefónicas efectuadas
desde un teléfono móvil han ayudado a la reconstrucción parcial de
los movimientos del fundamentalista marroquí en las islas. Jamal
viajó de Madrid a Eivissa, una semana antes de los atentados en la
capital, y de ahí se desplazó hasta Son Sant Joan. En Palma,
empero, pasó muy poco tiempo y regresó luego a Madrid. «El Chino»
era el lugarteniente de Serhane Ben Abdelmajid, alias «El
Tunecino», que era el jefe del comando autor de la matanza de los
trenes.
Las autoridades creen que Jamal Ahmidan, «el Chino», se inmoló
en Leganés. Ahmidan fue detenido hace años en Marruecos por tráfico
de hachís y cocaína e ingresó en prisión. En la cárcel fue captado
por círculos integristas que le adoctrinaron hasta el punto de que
al recobrar la libertad era en un auténtico «yihadista», o defensor
de la «guerra santa».
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