Emilio G.E., natural de Argentina y de 30 años de edad, regresó
este mes a su país. Todo ello, después estar ocho meses preso en la
cárcel de Eivissa y conseguir que un juez, a petición de la
defensa, sustituyera los casi cinco años de prisión que le cayeron
por el atraco a mano armada a un taxista de la isla por la
expulsión durante el mismo periodo del territorio nacional. El
sospechoso aceptó la pena de cinco años de cárcel tras reconocer
los hechos y llegarse a una sentencia de conformidad en su causa.
El acusado, que no tenía ningún tipo de antecedentes, cometió el
delito completamente drogado de éxtasis y cocaína después de estar
varios días sin dormir. La expulsión ha sido posible al
contemplarse su condición de 'ilegal'.
Fuentes jurídicas explicaron que este tipo de actuaciones,
sujetas ahora a la potestad del juez, van a tener la condición de
obligatoriedad, siempre y cuando se cumplan las condiciones
requeridas, una vez que se produzca una nueva y anunciada reforma
del Código Penal
El robo, sin embargo, causó gran alarma social en la isla,
especialmente entre el sector del taxi, por cómo ocurrieron los
hechos, sucedidos en los días previos a la pasada festividad de
Reyes. Emilio G. E. confesó todo a la Guardia Civil después de
agentes de Policía Judicial dieran con su paradero después de que
éste cayera en un control. El ladrón se sentó en el banquillo de un
juzgado de lo Penal el pasado mes de julio acusado de un robo con
fuerza, otro con violencia y lesiones. Tras la conformidad, el juez
dictó el auto que sustituía la pena de cárcel atendiendo la
solicitud de la defensa. Todo esto después de que Emilio G.E.
reconociera 'en un mal día' haberse hecho con una pistola, al
parecer de fogueo, para poco después subirse a un taxi de la parada
Isidoro Macabich y amenazar a su conductor tras ponerle el arma en
los riñones. Le obligó a llevarlo a Siesta. Durante el trayecto le
golpeó con el hierro en la cabeza al no gustarle una maniobra que
hizo el taxista. Por ello, la víctima precisó tres puntos de
sutura. Una vez en Siesta, logró que el afectado le entregara la
tarjeta y el número secreto, huyendo de él no sin antes arrojar las
llaves del coche lejos del vehículo. Hasta aquí puede pensarse en
un robo normal. Lo 'extraño' vino luego. El ladrón buscó otro taxi
que le llevó de regreso a Eivissa. Allí pidió parar muy cerca de
donde comenzó todo. Bajó del coche, y mientras se le esperaba, fue
a un cajero y sacó 600 euros de la tarjeta sustraída. Realizó una
rápida 'gestión' y solicitó al taxista ir a Santa Eulària. En el
trayecto escuchó por la emisora cómo se le buscaba. El mismo
preguntó al conductor si no estaban hablando de él. Se da la
circunstancia de que al rato tomó otra vez este mismo taxi para
reunirse con unos amigos que le esperaban en Eivissa.
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