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Antes de aterrizar ya estaba borracho. Cuando tocó tierra ya casi se caía, aunque aún le sobraban fuerzas para dar bastante guerra. Así aterrizó en Eivissa la pasada noche del sábado al domingo un turista escocés que ayer permanecía a la espera de pasar a disposición judicial. Se trata de C. J. C., de 20 años y natural de Glasgow, Escocia. Aterrizó en la isla de sus vacaciones soñadas a las 5.00 horas de la mañana. En el aeropuerto, por los gritos, todo el mundo se enteró de que llegaba. Un microbús le esperó a él y otros turistas para llevarlos hasta su hotel de Sant Antoni.

En el autobús empezó a gritar y golpear enseres. El conductor decidió detener el vehículo para expulsar al joven británico, que no se quedó conforme y cogió una gran piedra y la estrelló contra el cristal de la puerta del microbús y lo rompió. La Policía Local de Eivissa lo detuvo. C. J. C. ni siquiera llegó a su hotel, ni vio la luz del día en libertad, ni las playas, ni las discotecas. La luna que rompió cuesta unos 3.000 euros, así que se le podrá acusar de haber cometido un delito, y no una simple falta.