Italia despidió conmocionada y llorando a los 26 niños y tres adultos que murieron en el terremoto que sacudió el sur del país y se cebó con San Giuliano di Puglia, la pequeña localidad donde vivían las víctimas y donde se celebraron ayer los funerales. Bajo una gran carpa fueron colocados sobre el suelo los 26 ataúdes blancos y los tres de los adultos.

La ceremonia fue oficiada por el obispo de Termoli-Larino (diócesis a la que pertenece San Giuliano), Tomasso Valentinetti, y concelebrada por los párrocos del pueblo, así como numerosos sacerdotes de la zona y obispos, entre ellos el Nuncio Vaticano en Italia, Paolo Romeo, enviado por el Papa para expresar su «paternal cercanía».

Por otra parte, el Gobierno italiano aprobó una ayuda de 50 millones de euros para los damnificados por el seismo y otros 10 millones para afrontar la emergencia del volcán Etna.