EFE-WASHINGTON La controversia sobre la pena de muerte en EE UU se agitó ayer de nuevo tras la puesta en libertad de un hombre -gracias a la prueba de ADN-, que durante casi 18 años estuvo a espera de ser ejecutado por un crimen que no cometió. Charles Fain, de 52 años, un veterano de la guerra de Vietnam que subsistía haciendo «cualquier trabajo honrado», fue condenado a muerte el 24 de febrero de 1982 por la violación y asesinato de la niña Daralyn Johnson, de 9 años, en Nampa, Idaho. Fue hallado culpable a pesar de que se había radicado en esa pequeña ciudad pocos días después del secuestro de la menor, y de que los resultados de la prueba del polígrafo o detector de mentiras le fueron favorables.

Milagrosamente una prueba de nueva tecnología de ADN llamada «mitocondrial» (de transferencia materna) efectuada en residuos de vello púbico encontrados en el cadáver de la víctima -y que un análisis de laboratorio de la policía federal (FBI) había determinado que eran de Fain-, lo exoneró de culpa. El caso de Fain, que siempre sostuvo su inocencia, es el número 96 en EE UU en el que el ADN ha jugado un papel principal para la liberación de reclusos condenados a muerte, y el undécimo en el que estos análisis han sido un factor sustancial de exoneración.