Julián Alvarez, coordinador del destacamento de tierra y montaña de
Cruz Roja, lleva 20 años trabajando para esta institución. Es su
otra pasión junto con la música, que ya desde joven le llevó a
formar parte de una banda popular.
«La Cruz Roja es como una pequeña gran familia», y es que entre
voluntarios, socorristas y auxiliares, existe cierta relación
característica de aquellos que han vivido muchas experiencias
juntos. Para Julián ahora las cosas son más aburridas: «Cuando los
compañeros van a cubrir algún servicio, yo me tengo que quedar la
mayoría de las veces a coordinar. Es un trabajo menos agradecido,
pero alguien lo tiene que hacer». «Sólo cuando pasan cosas muy
importantes se reparte el trabajo entre todos los que estamos
disponibles». Los amigos le comentan muchas veces la suerte que
tiene. «La gente piensa que trabajar aquí es un chollo; entradas
para conciertos, partidos de fútbol, fiestas... Pero lo que no
tienen en cuenta es la cantidad de horas que pasamos aquí mientras
ellos están de vacaciones».
La mayoría de personas que componen la entidad son voluntarios,
algunos de ellos son jóvenes que cumplen su servicio sustitutorio,
pero todos ellos deben compaginar esta actividad con otros trabajos
que les permitan ganar algo de dinero. Muchos trabajan en otros
cuerpos de seguridad, y otros en la construcción o en la
hostelería, entre otras labores. «Esto está muy bien, nos aporta
grandes experiencias y nos ayuda a reforzar nuestro lado humano,
pero no nos da de comer», afirma un joven voluntario que lleva tres
años trabajando para el cuerpo de tierra de la Cruz Roja.
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