La foto de Juan Miguel Roig Beckingham se exhibe en muchos escaparates del Port Olímpic de Barcelona. Este joven ibicenco, ahora preso, tiene tras de sí con sólo 23 años de edad un amplio historial de robos que se le imputan. No responde, sin embargo, al perfil del típico delincuente. Roig Beckingham vive bien, sabe vivir mejor y paraece que ha hecho del robo de yates su profesión, tal y como acreditan sus última andanzas. En menos de un mes ha sido relacionado con la sustracción de tres yates, uno de ellos en Eivissa.

Juan Miguel Roig Beckingham fue detenido el 25 de enero por el Servicio Marítimo de la Guardia Civil a pocas millas de la costa de Barcelona después de que subiera a bordo y soltara las amarras del «Cacao», un velero de 25 metros de eslora valorado en más de cien millones de pesetas. El «Periódico de Catalunya» también se ha hecho eco de su persona y recoge incluso que tras su detención le dijo a un agente que «guardara bien las llaves de la embarcación porque será la próxima en caer». El joven ibicenco, vecino de Alaró, volvió a las andadas un día después. El juez le dejó en libertad y no tardó nada en volver al Port Olímipc, ya lejos del Port Vell donde rápidamente era identificado pese a llegar en un coche de alquiler de lujo e impecablemente vestido con ropa de la marca Armani. Con estas apariencias lograba apoderarse con total descaro de las recaudaciones de los teléfonos de los locales donde se presentaba con su cara de supuesta inocencia.

El 28 de enero soltó las amarras del «Symphonie», otro yate atracado en el Port Olímpic aunque con menos metros de eslora y de menor coste que el anterior. Se supone que antes entró en otro barco para llevarse objetos por valor de un millón de pesetas y no privarse de nada una vez que estuvo a bordo: se llevó ropa, buen vino e incluso se fumó una caja de «cohibas». La Guardia Civil le descubrió el 8 de febrero en Cala Galdana, en Menorca, con un amigo al que engañó y al que como a la Guardia Civil le contaría historias sobre las posesiones de su familia, a la que atribuye intereses en dos discotecas de Eivissa, salas de fiesta y coches de lujo.