J.J. MONERRI
«Cada día nos decíamos que no podíamos más y que era imposible soportar esa situación de incertidumbre y de tensión. Queríamos que pasara algo para bien o para mal. El día anterior a la liberación nos dijeron que las negociaciones estaban rotas y que iba a empezar una matanza. Uno de ellos nos lo dijo mirándonos a nosotros, en el lado de los occidentales».

Carlos Sebastián Nelson Falcione y Victoria Moreno, sin embargo, no sólo experimentaron el miedo en los ocho días que duró su secuestro en un vuelo de Indian Airlines. El joven ibicenco, que ayer llegó al aeropuerto de Eivissa junto con su novia Victoria Moreno tras haber hecho noche en Barcelona, confesó que hubo momentos que le han permitido conocer lo que es el denominado síndrome de Estocolmo. Durante todo el secuestro la pareja estuvo siempre junta, así como unida la pareja de Mollerusa cuando descubrieron que había otros españoles en el Airbus.

«Con uno de los secuestradores vivimos una relación de amor-odio. Nos trataba como queríamos e incluso nos daba gritos de ánimo cuando las cosas iban mal o creía que lo podíamos estropear todo. Vamos a salir adelante!, ¡tranquilo, soy tu hermano¡, nos decía», explicó. Carlos S. Nelson añadió que se vio cautivado cuando este mismo terroristas le explicaba que luchaba por una causa justa y le hablaba de que India causaba matanzas de niños y de mujeres en Cachemira, territorio que este país se disputa con Pakistán y del que varios movimientos islamitas buscan por medios violentos la segregación. «Nos engañaron o no nos contaron toda la verdad. En realidad, pedían otras cosas como luego descubrimos», aclaró. Cualquier indicio de complicidad con los piratas aéreos se borró tras el último aviso que dieron. Durante ocho días la tensión y la incertidumbre de «ver como te apuntaban con pistolas y te enseñaban granadas -a una llegaron a quitarle el tope de seguridad-» se mezclaron con momentos de total calma y de bromas incluso entre los piratas aéreos y el pasaje de nacionalidad india. «Era todo muy extraño. Supongo que era también el síndrome de Estocolmo», relató Carlos S. Nelson.