El incendio que durante el mediodía de ayer calcinó cuatro
hectáreas de bosque y matorrales en S'Arracó dejó en la retina
diversos aspectos que ya son habituales en este tipo de sucesos.
En primer lugar, el paisaje quedó dominado completamente por el
gris ceniza de los restos de los árboles y los matorrales que
ardieron durante el siniestro. Entre los troncos calcinados
aparecía regularmente el hidroavión soltando su carga de espuma,
creando una ficticia impresión de que nevaba sobre el terreno que
acababan de devorar las llamas, dejando un rastro blanco a su
paso.
Los vuelos rasantes del hidroavión y del helicóptero desplazados
a la isla demostraban la pericia de sus pilotos. Las llamas,
situadas entre dos montes en su frente más activo, obligaba a ambos
aparatos a realizar arriesgadas maniobras para deshacerse de su
carga de agua y espuma.
Mientras, en tierra, los bomberos de Eivissa y el grupo
aerotransportado y los efectivos de la isla del Institut Balear de
la Naturalesa (Ibanat) luchaban mano a mano con el fuego,
esquivando, a su vez, las descargas de agua que llegaban desde el
aire.
Precisamente, los miembros del Ibanat llegaron a la isla a bordo
del helicóptero, el cual realizó un aterrizaje entre los algarrobos
y almendros de un campo cultivado. Una vez en el suelo, estos
efectivos descargaron con velocidad todo su equipo para que el
helicóptero iniciara su tarea contra las llamas.
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