Con ‘Aspectos esenciales en la educación’, Javier Urra volvió a despertar el interés de padres y docentes. | Irene Arango

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Como era de esperar, el conocido doctor en Psicología, Javier Urra (Estella, 1957), completó el aforo durante su intervención en el II Congreso de CECEIB-ACENEB, celebrado en Ibiza durante dos días y cuyo título era ‘Explorando el bienestar mental en la era digital’. Con una larga trayectoria, su labor se ha centrado siempre en defender y ayudar al menor. En su última charla en Ibiza, Urra habló de ‘Aspectos esenciales en la educación’.

—Usted ha hablado de aspectos esenciales en la educación, ¿cuáles son?
—Primero, prepararse para educar y educarse a uno mismo. Además, se debe tener el criterio de aprender de padres y abuelos, así como leer un buen libro, un buen manual, sobre las etapas evolutivas de los niños. Otro aspecto más es amar a los hijos; es fundamental. También, transmitir seguridad y buscar la parte positiva del otro. Otro punto importante sería sonreír, jugar y buscar compartir aspectos esenciales y bonitos. También es destacada para mí la ternura y educar mucho en el perdón.

—Habla además de la importancia del contacto con la naturaleza.
—Es fundamental. También, en la educación, hay que prevenir riesgos y pensar que vamos a empezar con el tema de las herramientas digitales, poniendo énfasis para evitar caer en brazos de una secta o en páginas que fomentan enfermedades como la anorexia. Me parece preocupante cuando unos padres no saben definir qué le pasa a su hijo adolescente, pero éste se aísla, no tiene amigos y parece que entra en factores de depresión. Es bastante sintomático. Es una soledad no buscada y el joven puede entrar en un bucle de pensamientos negativos. Así, que haga deporte y tenga amigos sanos, que realice actividades es una maravilla. Además, hay que fomentar el respeto intergeneracional y ser personas que se manejen bien en la ética y la moral. Un punto que es muy de Javier Urra es educar, más que en el yo, en el tú. Lo importante no es el yo, sino el otro.

—Entre todos estos puntos, ¿debemos incidir de manera especial en alguno de estos aspectos?
—A los jóvenes se les da poca participación y se les escucha poco sobre el tipo de sociedad que quieren puesto que va a ser suya. Hay que escuchar a los jóvenes y hablar mucho con ellos. Me preocupan también estos mensajes de que ellos van a vivir peor que sus padres, que no van a conseguir un piso o que el trabajo y las parejas sufrirán rupturas continuas. Eso les hace vivir en un ‘carpe diem’ constante. Además, hay un tema que es el de la sobreprotección en niños de corta edad. Hoy en día los padres sobreprotegen mucho a los niños y hay un déficit de límites y normas. Se debe decir no a ciertas cosas no convenientes. A nadie le gustan las vacunas, pero son necesarias. Hay que ejercer como padres. Las adicciones también me preocupan ahora porque están generalizadas. La Covid golpeó a los jóvenes y se dieron casos de ludopatía porque, además, ahora es muy fácil y puedes estar apostando en cualquier momento. Es algo anónimo y puedes apostar pequeñas cantidades. Está bien planteado para generar en el jugador la adicción, aunque éste pierda el dinero.

—Da la impresión de que se mandan mensajes en negativo a los adolescentes.
—Debemos hablar también de la desesperanza en muchos jóvenes porque les parece que el mundo va muy mal, cuando yo creo que va francamente muy bien. Se ha conseguido llevar agua a muchos países, acabar con enfermedades, aumentar la longevidad y, sin embargo, se manda un mensaje a los jóvenes de que el mundo puede entrar en crisis o que somos muchos y el planeta no va a aguantar. Todo eso a los jóvenes les afecta y, si uno mira alrededor, las cosas funcionan razonablemente bien.

—De hecho, se comenta que desde la pandemia los problemas de salud mental se han disparado entre los más jóvenes.
—Aquí hay dos cosas. La primera, que España es un país muy medicalizado y es de los lugares donde más ansiolíticos y antidepresivos se consumen y hay que plantearse por qué. No se sabe si es porque la gente está tan mal o porque le pedimos a la vida cosas que no nos puede dar y debemos estar siempre felices y estupendos. La vida no es eso porque también es dolor, sufrimiento y tristeza. Con los años, te vuelves más artrósico o van falleciendo personas que conoces. Esto de que el mundo debe ser un parque temático y esto es Disney, mucha gente acaba perdiendo porque no es así. En cuanto a los jóvenes, ya observábamos problemas antes de la Covid, tales como depresión o pensamientos extraños. Teníamos una problemática en una sociedad ansiógena, que es aquella en la que en junio ya estamos comprando lotería de Navidad. Es una sociedad que va con aquella expresión de ‘no me da la vida’. No todo es una carrera ni una ambición. Hay que vivir. El Gobierno ha creado la figura del psiquiatra infantojuvenil, lo cual está muy bien, aunque la dotación es baja, pero se debe poner más el foco en esta sociedad patológica que causa que vayan cayendo los individuos, aunque se trate de un problema social. Después, es verdad que hay problemas como los económicos puesto que hay gente que vive en zonas marginales y vivir el día a día ya es mucho.

—¿Qué consejos lanzaría a familias y docentes sobre cómo podemos ayudar a nuestros hijos?
—Disfruten de ellos. También, que les eduquen bien porque así educarán bien a sus nietos.