—¿Cómo surge irse de voluntariado este 2024?
—Todo empezó cuando era pequeño porque iba al colegio de la Santísima Trinidad de Sant Antoni y una de las monjas fue misionera cuando era joven y nos decía que te llena mucho. Además, siempre me ha gustado África y este año se dieron una serie de circunstancias personales que me permitieron poder realizar esta experiencia. Cuando lo tuve claro me puse a buscar alguna ONG o empresa para irme allí a conocer el continente y la realidad.
—¿La elección de Uganda fue por algún motivo en especial?
—No. Mi objetivo era irme a Sudáfrica porque la ONG con la que fui tenía un proyecto con animales, pero me dijeron que al ser el primer voluntariado el destino más recomendado es Uganda al estar un poco mejor y es más seguro que otros sitios.
—Además el primer idioma es el inglés.
—Claro. Uganda está formada por 54 reinos y cada uno tiene su idioma, pero al ser una colonia inglesa todo el mundo habla inglés, hasta los niños más pequeños.
—¿Cuál fue su primera reacción al bajar del avión?
—Sinceramente, yo me esperaba el típico pueblo de chabolas que ves en los documentales, pero es un país que tiene varias cosas como en otros sitios, aunque cuanto más te alejas de la capital más pobreza vez. En mi caso estaba en una frontera entre Uganda y Congo, donde hay conflicto porque muchos vienen de Congo a buscar una segunda oportunidad. Es cierto, que es un lugar que no tiene nada que envidiar a otros, pero cuando te acercas más al campo es cuando ves el fango, casas hechas con trozos de palmeras… Es ahí donde está el trabajo.
—¿En qué consistía su labor en Uganda?
—Era como un Espai Jove. Los niños allí desde que son pequeños tienen que estar trabajando en casa, por lo que lo que se busca es darle una infancia al niño. Pasamos la mañana enseñando a los niños, también tienen una comida al día, que si no van allí no comen, tienen su rato para jugar entre ellos… Nuestra labor era darles una infancia. En mi caso, como se me dan bien los números les enseñé algo de matemáticas y les preparé dosieres. Un día también preparamos unas banderas y mapas y les dimos geografía. Intentábamos darles algo de educación porque allí el colegio es privado, cuesta 50 euros y los sueldos allí son de 80, por lo que si un niño va al colegio la familia no come.
—¿Cómo era la gente?
—Me sorprendió mucho porque te piensas que se van a aprovechar de ti, pero me encontré con un país súper amable y acogedor. Ibas por la calle y no tenías miedo. Como mucho te estafan dos euros, porque para ellos es un mundo, pero ya está. La gente era muy amable y empática. Los niños no tienen nada y son súper felices, con cualquier cosa se alegraba. Es algo muy duro porque luego vuelves a España y ves otras cosas y te paras a pensar qué pasa con en el mundo.
—¿Y los niños?
—La verdad que muy buenos. Ibas por la calle y se te tiraban encima porque saben que cuando vienen los voluntarios es para salvarles. Cuando ibas con la moto te saludaban, querían jugar contigo, te hacían regalos… Te llena mucho como persona y es algo que tienes que vivir para entenderlo.
—¿Qué fue lo más impactante que vio?
—Un día fuimos a una comunidad a limpiar sartenes y ollas porque una compañera consiguió reunir dinero para comprar material para los niños. Conocimos a una señora de 70 años que se iba andando y le dijimos que se subiera con nosotros. Hasta su casa tardamos una media hora en moto por un camino de cabras y cuando llegamos a su casa era una chabola de fango y hojas. Al entrar no había nada y ella dormía en el suelo. Eso es muy duro. También es duro cuando ves a los niños sin ropa o cómo está la sanidad porque la malaria o el sida es muy común y no hay cura.
—De todo este viaje, ¿qué se lleva como aprendizaje?
—Aprendes mucho a valorar lo que tienes y que con muy poco todos son felices. Llegué a casa y vi la estantería llena y fue como wow, me sobra todo. Veía otras cosas de casa y pensaba para qué lo tenía si me he tirado estas semanas con poco. También que somos muy ignorantes y que nos da absolutamente igual todo. Pero lo más bonito es que si todos diésemos un grano de arena cambiaríamos el mundo.
—Usted tiene una nena apadrinada. Cuéntenos.
—En la ONG tienen un programa en el que puedes apadrinar a un niño en el que le dan una educación, una comida y otras cosas al pequeño. Son 50 euros al mes para que esta persona pueda mejorar su futuro, se pueda quedar y fomentar la economía. En mi caso, la niña que tengo me llevé súper bien desde el primer día porque era súper inteligente. Con tan solo 11 años sabía más que muchos niños más grandes; le enseñabas algo y lo pillaba enseguida… Sentí que tenía que darle la oportunidad a esta niña de tener un futuro estable porque al final todos quieren ser médicos o llegar a algo grande.
—Entonces, ¿recomienda a todo el mundo hacerse voluntario?
—Creo que ser voluntario tiene que ser algo obligatorio para todo el mundo porque vuelves con otra visión del mundo y de tu vida. Por mucho que te informes hasta que no lo vives no te das cuenta de lo que es.
7 comentarios
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Cuando uno ayuda ; se lo calla. Todo lo demás es mierda ególatra.
Manoli Zamorano¿Pinche? 🤣🤣🤣🤣🤣
Manoli ZamoranoMira, lo otro vale; pero qué has querido decir con eso de “persona”? Por cierto, ya no soy taxista que estudiaba en el Cervantes y tiene una novia travesti brasileña?
Piter Ibiza¿Quién se esconde detrás de una persona que siempre critica? Pues una persona que es vil, bajo, despreciable, deleznable, indigno, innoble, infame, detestable, abyecto, desgraciado y pinche.
El progre medio español: Voluntariado en Uganda con foto con niños negros incluida ✅ Ir a ayudar a Valencia por la Dana ❌
Alvaro 👏🏻👏🏻👏🏻
Chapeau