Toni Ruiz y Fanny Tur, charlando minutos antes del inicio de la entrevista. | Moisés Copa

El programa de la TEF Bona nit Pitiüses Entrevistes cuenta con Sonia Torres Arabí, una profesional ‘multidisciplinar’ en numerosos ámbitos profesionales y de desarrollo personal.

—Usted es familia de Toni Arabí, ¿le gusta el fútbol?
—Me ha gustado más en otra etapa de mi vida. Ahora estoy un poco desconectada, pero todavía un clásico me gusta. Soy del Madrid. Recuerdo que mi hermano, que es ocho años mayor, tenía un par de cromos con la imagen de mi padrino, de Toni, que salían en un pastel y para mí era como algo normal.

—¿Qué recuerda de cuando era pequeña?
—Me acuerdo mucho de estar en casa de mi abuela, la única que conocí, y en su vivienda ahora mi hermano y yo tenemos un agroturismo. Todos los fines de semana íbamos allí y estar con mi abuela, una de las pocas mujeres que vestían de payesa, me gustaba mucho. También, todas las tradiciones que hacía como cocinar los ‘flaons’ o el pan. Se hacían muchas cosas: cuando era tiempo de higos, se hacían mermeladas y se secaban y también del cerdo se aprovechaba todo, aunque en casa de mi abuela dejaron de hacer las matanzas cuando yo era pequeña.

—¿Participaba activamente o no le dejaban por la edad?
—No mucho, pero sí jugueteaba y corría por allí.

—¿Cómo era de adolescente?
—Siempre he sido bastante inquieta y curiosa y justo en mi adolescencia tuve unos años en los que no quería saber nada de nada. Era rebelde, aunque después retomé la curiosidad y los intereses. Es el momento en que comenzó más activamente esa conexión con la lectura y empecé a leer mucho sobre la condición humana, el ser y lo transpersonal, algo que siempre me ha encantado y que me ha acompañado hasta hoy. No diría que soy religiosa, pero creo que hay algo innato en mí, desde niña, que me conecta con la espiritualidad y con la religión, con esa esencia que somos todos. Creo en la energía que puede verse desde un lado místico o científico. Desde niña, siento que hay algo más.

—¿Ha tenido alguna vez una sensación paranormal?
—Sí, además es algo que está en mi familia. Mi madre y mi abuela también sentían esas conexiones con lo sutil. Es algo que he podido hablar en mi casa con normalidad y eso ayuda mucho. Tener una capacidad para conectar con lo sutil, es una capacidad más. Me gusta plantearlo como algo normal, aunque no se ve así.

—Es sensorial y sensitiva, ¿también solitaria?
—Tiendo a la cueva y estoy muy a gusto. Si hago un retiro con gente o hago meditaciones, después necesito volver a mí, a la naturaleza y la tierra.

—¿Cuándo decidió salir a estudiar fuera?
—En esa etapa de la adolescencia perdí el interés por los estudios, pero decidí retormarlos por mi cuenta. Comencé a trabajar y pensé que quería estudiar, así que fui algunos años atrasada. Decidí que, si quería estudiar, necesitaba disciplina y busqué un par de internados en Cataluña. Se lo planteé a mi padre y acabé el bachillerato en Barcelona, en un internado, y luego estudié Turismo. Me gustaban los idiomas y mi padre fue un empresario turístico que dirigió empresas grandes y lo había mamado bastante, así que opté por Turismo. Al mismo tiempo, siempre tuve ese interés por el desarrollo humano.

—¿Le ha servido en la vida esto último?
—Muchísimo. Cuando me fui a estudiar fuera, los primeros dos años sentí ansiedad y necesité aplicar en mi vida lo que iba aprendiendo con la lectura. Me cambió mucho y siempre me ha acompañado.

—Dicen que es imposible poner el cerebro en blanco.
—Esa exigencia ya es lo opuesto a lo que necesitamos para meditar. Además, cada uno es un mundo. Hay gente que necesita meditaciones activas y entran en un estado meditativo regando plantas o paseando al perro. También, hay personas que se regeneran y recargan energéticamente así y por eso buscan esos espacios. Ahí también se puede hablar de autoempoderamiento si uno se conoce y sabe aquello que le funciona. Cuando somos pequeños se activa el intelecto, pero debemos poner de nuestra parte para tener un contacto con ese lado más intuitivo y que no sólo lleve las riendas nuestra mente.

—¿Usted qué utiliza a la hora de meditar?
—-Yo cada vez más me desprendo de cosas y he pasado de usar cuarzos o cristales a una simple conexión con la tierra para empezar a conectar con nuestro campo electromagnético que como seres vivos desprendemos, la conocida aura.

—¿Qué pasó en su vida después de estudiar y volver a Ibiza?
—Durante las temporadas trabajaba en la isla. Siempre he tenido una faceta artística que me ha acompañado y trabajé en un show de danza con Paco Atrium. Íbamos por los hoteles y fiestas de pueblo. Me llamaba mucho la atención, pero siempre he tenido un lado práctico que creo también es necesario. Hoy en día soy empresaria y todos los trabajos que he realizado, como recepcionista o azafata, aplico el conocimiento adquirido a mi labor actual. Ahora sigo también con algo que me apasiona, como es ese despertar y el conocerse a otro nivel, pero me gusta mi parte empresaria..

—De repente, llegó un agroturismo a su vida.
—Yo iba haciendo mis trabajos y mi hermano y yo heredamos la casa de mis abuelos. La idea surgió unos años después y a mi hermano se le ocurrió gestionar la licencia de agroturismo y allí, en una meditación, tuve una visión de lo que me gustaría hacer. Además de ser un agroturismo, mi hermano y yo queríamos que gente de todo el mundo viniera y tuviera una experiencia lo más ibicenca posible. La gente que se aloja tiene una experiencia muy ibicenca. Es el típico cubo de casa payesa y se añadieron tres casitas independientes a las que llamamos con el nombre de un árbol: el almendro, el naranjo y el algarrobo. Hay un horno original que usaba mi abuela y la pala está expuesta. Hemos intentado mantener las raíces y realizar un homenaje a nuestros abuelos. Somos un agroturismo consciente y ampliamos la actividad con talleres o meditaciones. Fuera de los meses fuertes de temporada propongo retiros. Hay gente que le gusta viajar a retiros.

—Hay turistas que vienen a la isla buscando estos retiros, porque aquí predomina la música electrónica o las discotecas.
—Y están muy bien y tienen que seguir estando, pero hay mucha gente que viene por este tema de la salud y este halo místico.

—También ha dirigido un cortometraje.
—Yo fui alumna de Capricorn y el arte siempre me ha acompañado. Bárbara Hermosilla abrió una escuela de cine en Ibiza y allí me fui. Me lo tomé como un reto de superación personal. Antes, la cámara me paralizaba y me encantó. Son tres años y en el primero hubo un módulo de guión y esa parte me gustó muchísimo. Había escrito cosas íntimas y terapéuticas que me habían sido útiles. En el curso, escribimos en unos papelitos los pecados capitales y sus virtudes. Me tocó la lujuria y me pareció muy interesante. Con eso, debíamos preparar una escena, lo que se nos ocurriera. Le dí vueltas y trabajé en el origen, acabando en Eva y la manzana. Cuando algo se prohíbe, se vuelve atractivo y se distorsiona. De ahí, vino el corto. Una vez lo tuve escrito, me había enamorado de la idea y del mensaje.

—¿No pensó en interpretarlo?
—Hubiera sido lo más fácil, pero sólo podía ver a Bárbara como Eva. Cuando me atreví a compartir mi escena, me dieron un aplauso y me felicitaron y me animaron a rodarlo. No tenía ni idea y Bárbara me dijo que sí lo iba a hacer. Me fueron guiando y también yo me guiaba por mi intuición. El estreno ha sido hace algunas semanas y estoy terminando de cerrar esta experiencia.

—Si le digo Las Vegas.
—Mandé el corto a algunas distribuidoras y tres me contestaron y la que elegí lo comenzó a distribuir. No tenía expectativas, pero el corto llegó a Las Vegas. Pensé que debía ir y estuve una semana también haciendo cursos. Para mí fue un regalo y ganar fue increíble.