Luna y Claudia fotografían como pueden la vasija que han reconstruido a lo largo de las últimas semanas. Ellas son las dos estudiantes de la beca municipal de arqueología del Ayuntamiento de Ibiza. Este viernes realizaron la última de sus jornadas de la beca, de un total de 300 horas, en la que han aprendido a clasificar, categorizar y analizar aquello que se extrae del subsuelo de nuestra isla.
Su instructora durante todo este curso ha sido Rosa Gurrea, técnica de Patrimonio del Ayuntamiento de Ibiza. Según ha explicado, este trabajo de clasificación y categorización «es el trabajo previo antes de cualquier tarea de investigación».
El material con el que han estado trabajando durante este curso es extraído en su mayoría de una antigua cisterna que estaba ubicada detrás de Can Botino. Las piezas de cerámica datan del siglo I después de Cristo.
Estas prácticas, explica Rosa, son muy importantes para las alumnas, porque durante la carrera «pocas veces tienen la oportunidad de trabajar con material real de un conjunto cerrado como este, que ronda entre el 60 y el 100 después de Cristo».
Esta convocatoria se realiza tanto para estudiantes de la carrera de Arqueología como para aquellos que la terminaron en un plazo inferior a tres meses. La de este año ha sido la undécima edición de esta beca.
«Si tú vas a una excavación y te salen materiales, es imposible que puedas analizarlos si no puedes clasificarlos», explica Gurrea. Y, dentro de esta interpretación, uno de los elementos más importantes es el de la cerámica, el objeto con el que se trabaja en esta formación.
El primero de los materiales con los que trabajaron las alumnas fueron los fragmentos de cerámica que salieron del solar de Can Cantó, donde se va a hacer la ampliación de la escoleta. «Era un material muy disperso, muy fragmentado, poco representativo», ha explicado la instructora. Tras esta fase, se empezó con la ya citada cisterna de la calle Santa Maria, «un conjunto muy interesante con el que se puede ver la vajilla que se utilizaba en la segunda mitad del siglo primero».
Luna López, procedente de Córdoba, estudió Historia para luego estudiar un máster en Arqueología y descubrió este curso gracias a un profesor de su universidad. Asegura que esta formación «es una oportunidad muy enriquecedora, porque los materiales que vemos son mayoritariamente locales, y nutre mucho tanto a nivel profesional como personal el intercambio de formación y de experiencia con las arqueólogas.
«Ciudad viva»
La otra de las estudiantes es la ibicenca Claudia Riera, graduada en Arqueología que acaba de terminar su máster de Arqueología Subacuática en Cádiz. Al volver a casa a trabajar, comenzó en una excavación, que es donde le hablaron de esta formación «en la que se trabaja con la cerámica de la extracción de zonas tanto urbanas como rurales en Ibiza».
«Ibiza es una ciudad viva, con muchas épocas y etapas. Es muy interesante poder ver y explorar la cerámica, primero las limpias, las siglas, las estudias. Es muy complicada la cerámica, necesitas verla mucho, tocarla mucho», añade Riera.
Sobre sus jornadas durante las formaciones, la joven arqueóloga explica que «al principio hacíamos un pequeño breefing, en en que repasábamos lo que habíamos hecho en los días previos, y luego nos dividíamos en unidades. A partir de ahí, primero se ordenaban y clasificaban por tipologías diferentes y luego se les ponía la laca, se las siglaba, que es indicar el año en el que se realizó, la excavación en la que se encontró, la capa de la que se extrajo la pieza y el número de pieza. Una vez realizado esto se hace el inventario».
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