Neus Costa tiene 30 años y reconoció que, el primer día que sus compañeros la vieron subida a un tractor, todos sacaron el teléfono móvil y comenzaron a hacerle fotografías como si fuera lo más extraño del mundo. «Nosotros en casa tenemos dos tractores, así que cada uno conduce el suyo, pero el primer día también me hicieron fotos y cuando fui a la Cooperativa me gastaron bromas diciéndome que se tenían que apartar», aseguró también Antonia Ferrer.
Ambas participaron en la mesa redonda organizada por el Ayuntamiento de Santa Eulària para conmemorar el Día Internacional de las Mujeres Rurales. Otras dos profesionales del sector, María Marí y María Ferrer, formaron también parte de esta iniciativa.
Lo cierto es que todas coincidieron en destacar las dificultades que tienen las mujeres para abrirse paso en este mundo. De hecho, entidades como la ONU resaltan que el colectivo de las mujeres rurales supone una cuarta parte de la población mundial, aunque en muchas zonas ellas no disponen del mismo acceso que los hombres a créditos o a cadenas de producción.
Tanto Neus como María Marí -propietaria de la finca ecológica de Can Musson- destacaron el papel que jugó en sus vidas el CIFP Can Marines. Durante la pandemia, la primera pensó que trabajar la tierra podría ser una buena profesión, una actividad que conocía gracias a su familia. Según aseguró, del total de alumnos inscritos, muchas eran mujeres que no descartaban dedicarse laboralmente a la agricultura.
María, en su caso, acudió a Can Marines a «escuchar», algo que le cambió la vida puesto que desde aquel momento tuvo claro lo que quería hacer y, a pesar de estar atravesando un momento complicado, logró su propósito y transformó Can Musson en una finca de producción ecológica.
«El mundo rural te pide que vengas de él», comentaron ambas al referirse a las dificultades que pueden tener aquellas personas que quieran dedicarse a trabajar el campo y no cuentan con tierras o con determinadas ayudas.
María Ferrer, propietaria junto a su marido de una explotación, aseguró que, en su caso, las subvenciones les sirvieron para impulsar este proyecto. «Yo trabajaba en una gestoría y nunca pensé en dedicarme a esto. Sin embargo, la agricultura me permitió conciliar cuando tuve a mis hijos, aunque el campo no tiene horas y a veces son las 12 de la noche y sigues trabajando», insistió.
También en el caso de Antonia la agricultura le permitió conciliar y cuidar de otros familiares a su cargo. Esta profesional reconoció que, cuando un cultivo no sale adelante por incidencias como pueda ser una plaga, «siento mucha pena y tristeza», sentimientos que aseguraron compartir las otras participantes.
«Es que pasas muchas horas en el campo y si la cosa va bien, nos da mucha alegría, pero cuando se nos ha secado algún cultivo o se nos ha muerto, da mucha tristeza», insistieron.
Además de reclamar ayudas, sobre todo para los jóvenes que quieran comenzar, todas lamentaron el gran desconocimiento que muestran las nuevas generaciones sobre el sector primario. De hecho, en la finca de Can Musson unos niños le llegaron a comentar a María que los huevos salían de los supermercados y a Neus, que las gallinas sólo podían poner tres huevos al año. «Hay mucha ignorancia en este tema. La gente se alimenta y muchos no saben de dónde vienen las cosas», afirmaron.
A pesar de saber que no se harán ricas con el mundo de la agricultura y que es un trabajo muy sacrificado y no exento de problemas, todas reconocieron no querer cambiar de profesión e incluso animaron a otras mujeres a seguir trabajando el campo, manteniendo en buen estado las tierras de Ibiza.
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