Muchos pozos de Ibiza han tenido que bajar el nivel freático para conseguir agua.

La crisis de agua en Ibiza está poniendo a prueba la resistencia y paciencia de los distribuidores que operan con camiones cisterna. Con el cierre de pozos clave, como el de Can Faritseu en Sant Rafel, y el aumento de la demanda durante los meses de verano, los transportistas se ven obligados a trabajar jornadas maratonianas para cumplir con sus entregas.

«Cuando la cisterna del pozo está llena, en condiciones normales, puedo cargar el camión en siete u ocho minutos, pero ahora tardo más de una hora», explica Pedro Miquel, chófer de un camión cisterna, mientras cargaba su camión este martes en Santa Eulària.

El tiempo de carga, sin embargo, no es el único reto. A la espera para que llegue el turno, que puede superar los tres cuartos de hora, se suma el desgaste de pasar horas en la cabina sin apenas poder realizar más de tres o cuatro viajes en una jornada de 12 horas. «En estas condiciones, ni descansas ni trabajas», comenta Beiba, otro distribuidor que, al igual que Pedro, se enfrenta a largas horas de inactividad obligada mientras esperaba su turno consultando su teléfono móvil.

Para muchos transportistas, la congestión del tráfico es otro motivo para optar por trabajar de noche, una tendencia que se está volviendo cada vez más común. «En condiciones normales, en una jornada de nueve o diez horas, podrías hacer seis o siete viajes, pero ahora eso es imposible», señala Pedro.

El precio del agua también se ha convertido en un factor crucial ya que algunos pozos han aumentado sus tarifas de manera significativa este año, complicando aún más la situación.

La clientela de estos distribuidores es variada, desde viviendas en suelo rústico hasta villas de lujo y hoteles de agroturismo. «Al principio del verano, la demanda de agua para las piscinas es brutal», añade Miquel, quien también ha experimentado la hostilidad de algunos vecinos. «A mí me han llegado a insultar porque dicen que ‘les estamos robando el agua’, pero nosotros solo somos distribuidores», lamenta.

Ante esta situación, Miquel tiene claro cuál es la solución: «El futuro es el agua desalada». De hecho, el camionero participó en una prueba reciente en los dispensadores de la desaladora y quedó satisfecho con los resultados. «Es rápido y efectivo. Espero que lo pongan en funcionamiento pronto», concluye.