Una familia paraguaya en la entrada del solar. | Moisés Copa

Caras de resignación, tristeza y aparente enfado. Éste era el ambiente encontrado este sábado en la puerta de entrada al asentamiento de Can Rova donde familias desalojadas de Paraguay esperaban sentadas en unas sillas bajo la sombra. Junto a estos adultos había cuatro menores riendo y jugando a las cartas sin llegar a comprender realmente la gravedad de la situación.

«En el espacio habilitado por Cáritas Ibiza los pequeños sólo pueden ir a dormir porque por la mañana tienen que abandonar este albergue», lamentó Darío, un trabajador de la isla que actualmente, tras la expulsión del solar el miércoles pasado, tiene que dormir junto a su hijo adolescente en su furgoneta. «Estamos muy desprotegidos y no sabemos qué hacer. No descartamos regresar a la Península porque dentro de 30 días se acaba el plazo en el centro de Cáritas Ibiza para mi mujer, mi hija y mi suegra» apuntó Darío, resaltando que todavía tiene pertenencias personales dentro del terreno.

«Este próximo miércoles, a partir de las 10.00 horas, podremos retirar los vehículos con matrícula y otras pertenencias que no pudimos llevarnos el otro día», afirmó. Entre ellas, una nevera que compraron, y que no pudieron sacar durante la media hora de margen que tuvieron el viernes para recoger sus enseres. Sin ir más lejos, señaló a Periódico de Ibiza y Formentera que la caseta metálica, que utilizaron durante su estancia en este solar, sigue dentro del terreno sobre cuatro piedras.

«La compré en una tienda, pero como no tengo el recibo me da miedo que no pueda llevármela y desplazarla con una grúa», lamentó, mientras destacaba que muchos de estos moradores expulsados están contrariados por la actitud del propietario del solar que les estuvo alquilando las parcelas dentro de este terreno. «Hasta el último minuto le estuvimos abonando los 400 euros mensuales de alquiler por los ocho metros cuadrados que teníamos para vivir, pero, pese a ello, en las dos últimas semanas de julio no teníamos ni agua», destacó.

Además, indicó que este hombre les aseguraba que este desalojo no resultaría efectivo porque en el asentamiento vivían decenas de menores. En este sentido, subrayó que la mayoría de los inquilinos quieren denunciar al propietario que explotaba la parcela, de espaldas al resto de sus hermanos, también propietarios, por hacerlo de forma ilegal mientras pedía un alquiler mensual.

«Ni en mi país, que es Paraguay, se vive así», lamentó, mientras mostraba en su rostro los daños ocasionados durante el tenso desalojo vivido en Can Rova. «Perdí un diente debido a un empujón, también se cayó al suelo una mujer embarazada y mi amigo recibió tres golpes en el cuerpo por parte de los antidisturbios», recordó con mucha amargura Darío.

En esta misma línea, destacó que su hija pequeña, nacida en Ibiza, vivió con mucho «miedo» este desalojo». «Todos somos trabajadores y no sabemos qué hacer; muchos incluso están durmiendo en la calle», agregó, mientras señalaba uno de los sofás que había en la acera de enfrente de este solar. Cabe recordar que este asentamiento ilegal estaba siendo explotado por uno de los dueños del terreno. Debido a esto, el resto de propietarios denunció esta ilegalidad en el solar y se decretó el desalojo por mandato judicial de Can Rova, que tuvo lugar el pasado miércoles.