El mirador se llena cada atardecer. | Alejandro Mellon

Una nueva temporada más de masificación turística, venta de mojitos, colapso circulatorio incontrolado y un gran impacto de residuos en el medio ambiente. Éstas son las visibles consecuencias de la saturación que sufre cada verano el mirador de es Vedrà; un paraíso natural que para los vecinos de la zona se ha convertido en un infierno durante estos meses de temporada. Esta es la realidad de uno de los rincones más icónicos de la isla, el cual sigue muy expuesto a una gran presión humana y de circulación con cientos de coches aparcados, no sólo en los caminos de tierra que conducen a la torre des Savinar y sus inmediaciones, sino también en la propia carretera asfaltada que accede a Cala d’Hort y en las feixes contiguas; ambos puntos albergan una multitud de vehículos que invaden la zona horas antes del atardecer.

Cualquier recoveco del camino parece ser bueno para estos turistas que no quieren perderse la esperada puesta de sol en el enclave más fotografiado de Ibiza. «Qué lejos está es Vedrà; el camino se hace largo», comenta una turista a su amiga mientras recorren el sendero. «Es Vedrà es el islote, nosotras vamos al mirador para contemplar la puesta de sol», le aclara su compañera cinco minutos después de abandonar el aparcamiento habilitado. Un estacionamiento con capacidad para unos cincuenta turismos y veinte motocicletas, que dos horas antes del ocaso ya está completo con vehículos aparcados en doble fila. Esta saturación provoca que el resto de los coches empiecen a acumularse en los accesos al mirador a lo largo de un kilómetro y medio, dejando sus turismos en zonas que no están habilitadas para ello. No parecen servir de nada, al contemplar esta escena, las diferentes medidas impulsadas por el Ayuntamiento de Sant Josep años atrás: desde la línea pintada en la vía, que indica la prohibición de estacionar, hasta la valla que se instaló para cerrar el acceso a los acantilados de Cala d’Hort.

Letreros informativos

Tampoco les intimidan los letreros informativos en los que se pueden observar una grúa llevándose un coche, sino todo lo contrario, porque en los días de mayor afluencia los vehículos llegan a acumularse a ambos lados de la carretera. Por otra parte, los carteles informativos ubicados en la entrada del camino, que anuncian el inicio del espacio protegido, tampoco ayudan a que estos visitantes respeten este enclave, ya que los rótulos están deteriorados y abandonados. Sin ir más lejos, en uno de los últimos plenos del Ayuntamiento de Sant Josep, se aprobó por unanimidad exigir al Govern balear, organismo competente en esta materia, nuevas señales en el acceso al entorno natural porque, tal como indicaron en la sesión plenaria, esta zona es un área protegida de alto valor ambiental que pertenece a la Red Natura 2000, además de ser un Área Natural de Especial Interés, entre otras figuras de protección ambiental.

Los vehículos forman largas colas en el camino de acceso. | Alejandro Mellon

Paralelamente, la Policía Local de Sant Josep también anunció nuevas medidas en la zona como aumentar los controles en los accesos y cerrar los caminos de entrada al mirador de es Vedrà. También informaron de que el incumplimiento de las normas de estacionamiento conlleva el pago de sanciones por parte de estos visitantes que, según subrayaron desde la Policía Local de la localidad, «no terminan de entender lo que supone el respeto y el civismo, y su afectación a la seguridad vial». Nada parece persuadir a estos turistas que tienen el foco en una sola cosa: lograr la mejor instantánea de la puesta de sol en es Vedrà. Poco les importa tener que esperar varias horas para conseguir la mejor foto posible desde el mirador. «Siempre que venimos a Ibiza de vacaciones tenemos que visitar este lugar; no podemos irnos de aquí sin este recuerdo», destaca la visitante Nerea, procedente de Málaga. Esta mujer, que va acompañada de dos amigos, aviva el paso para llegar antes al mirador y, así, admirar y disfrutar de la caída del sol desde un punto más cercano al margen de la costa. Mientras ellos aceleraban la marcha, varios grupos de extranjeros, muchos de ellos británicos, portaban bebidas alcohólicas y altavoces de los que resonaba música techno.

«Nos encanta Ibiza: la fiesta, las playas y los atardeceres como éstos» explica el inglés Robin. Este joven, que llevaba en la isla dos días, estaba alojado con sus amigos en un hotel de Sant Antoni, sin embargo, agrega que las mejores discotecas están en Vila y Sant Josep. Poco a poco estos grupos de visitantes van llegando hasta el final de un recorrido de unos tres kilómetros de distancia y, cuando logran llegar hasta el paisaje, lo hacen con expresiones de asombro por las vistas desde el mágico acantilado ubicado frente a los islotes de Es Vedrà y Es Vedranell. Todos ellos sacan sus pareos y los extienden sobre las piedras irregulares que sobresalen de la llanura litoral. Una vez observan asombrados este espacio natural, se disponen a consumir las bebidas alcohólicas mientras conversan y esperan la llegada del atardecer.

Puesto de mojitos

No obstante, hay decenas de visitantes que no han portado sus neveras llenas de cerveza. Sin embargo, la preocupación les dura muy poco, ya que justo a la derecha del mirador principal de es Vedrà hay un punto de venta clandestino de mojitos que vende sus bebidas por 10 euros. Esta actividad, no autorizada y enquistada en la zona desde hace años, forma parte del espacio natural sin que se haya encontrado una solución a esta problemática. Progresivamente se va creando una larga cola ante este puesto, un punto que se basa en una mesa de madera en la que hay botellas de ron, vasos de plástico con hielo picado, decenas de pajitas e ingredientes para el mojito como un puñado de hojas de hierbabuena y un recipiente de fresas.

El puesto de mojitos, en el propio mirador. | Alejandro Mellon

Durante estas preparaciones, los cientos de turistas que alberga el mirador, más de 500 personas, se van fotografiando con la puesta de sol en es Vedrà. Una vez se produce el ocaso, los visitantes inician un aplauso como gesto de satisfacción y rápidamente, al ser conscientes de la saturación en la zona, recogen sus bártulos para abandonar lo antes posible este espacio natural. Durante el recorrido de vuelta, Periódico de Ibiza y Formentera observa que este turismo masivo se hace más evidente y agobiante que durante la ida, especialmente a la hora de salir del aparcamiento. En pocos segundos, el recorrido se ha convertido en un cuello de botella donde confluyen los vehículos aparcados correctamente con los que se han situado en los costados, bloqueando la salida. Un momento que debería ser único durante las vacaciones, se convierte en una situación agobiante como consecuencia de esta masificación sin control.