De esta manera, las filas kilométricas que durante el viernes se acumulaban ante los mostradores de facturación, 24 horas más tarde presentaban las longitudes habituales en esta parte del aeropuerto.
«Jornada suicida»
Los negocios de la terminal también presentaban el aspecto y la actividad habitual tras «una jornada suicida», tal como define Fabiana desde una de las cafeterías del aeródromo en la que trabaja. «No dábamos abasto, se nos acabó todo el material y necesitamos pedir refuerzos de la otra tienda para poder llevar el trabajo adelante», continuaba relatando la camarera.
Mientras, sus compañeros definían la jornada del viernes como, «una avalancha», tal como explicaba Violeta. «Recordar el día de ayer es masoquismo puro», admitía Diana mientras Toñi reconocía que «hoy [por este sábado] estoy sin fuerzas» tras una jornada que Tania define como «un palizón».
Reponiendo
«He pasado media mañana reponiendo material», aseguraba Neus desde la tienda en la que trabaja que, tras la jornada del viernes, quedó con sus estanterías prácticamente vacías. «Normalmente cerramos a las 22.00 horas, pero ayer mi jefe tuvo abierto hasta las dos de la madrugada para poder atender a todo el mundo».
Desde la farmacia del aeropuerto también notaron el frenesí de la jornada del viernes. «Se vendieron bastantes más productos de higiene, pañales o comida para bebés de lo normal», explicaban Mari Carmen y Susana.
El personal de facturación de compañías aéreas como Aviapartner también respiraba más tranquilo la mañana del sábado que la del viernes cuando «tuvimos que estar trabajando de manera manual durante unas horas», tal como reconocían César, Nerea y Paula, quienes admitían que «al hacer las cosas a mano se tarda mucho más y hay más errores, hasta teníamos que contar los pasajeros a mano».
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