Torres Peters entra en la iglesia de Sant Antoni para dar la misa . | Moisés Copa

Poco antes de las 11.00 horas de este domingo, los vecinos de Sant Antoni se algutinaron    en la parroquia de la localidad para despedir a un párroco «muy querido» para la gran mayoría: Francesc Xavier Torres Peters. El cura, tras cinco años y nueve meses, tomó hace un tiempo la decisión de decir ‘adiós’ a su tierra natal para encaminar su vocación hacia Asturias, donde ahora vivirá y seguirá sus funciones católicas por motivos personales, según precisó.

A las 11.00 horas, bien puntuales, el acto de despedida comenzó en esta iglesia, donde las castanyoles, los tambores y las flaütes de Sa Colla de Portmany comenzaron a sonar fuera para dar inicio a la eucaristía. Acto seguido, entraron al templo TorresPeters y otros miembros de la iglesia para dar inicio a la última misa de este reconocido cura en la localidad.

Durante una hora se celebró la misa, que contó con la participación del coro de la parroquia de Sant Antoni junto con la Hermandad de la Virgen del Rocío de Sant Antoni. Las altas temperaturas registradas este domingo por la mañana no fueron impedimiento para acudir a esta especial homilía. Incluso había quien prestaba su abanico a quien veía algo acalorado.   

«Soy consciente de mis limitaciones. Como dije el día que entré de mis manías y lo primero que tengo que hacer es daros a todos las gracias por vuestra paciencia, comprensión y ayuda», asintió Torres Peters antes de oficiar su última misa en Sant Antoni. «El sacerdote es mediación, pero lo importante es Jesucristo, que se hace presente también en la unidad», añadió.

La ceremonia gozó de buena compañía. | Moisés Copa

Torres Peters no quiso agradecer a nadie en concreto para no olvidarse de ningún nombre sino que quiso dar un cálido agradecimiento a todos los que estuvieron en este camino durante media década.

Cabe destacar que numerosos vecinos conocían este párroco y la conclusión fue la misma: «es muy querido».

«La verdad que es una pena que se marche porque ha sido un buen párroco y lo echaremos mucho de menos», aseveró María Jesús, una vecina de Sant Antoni. Por su parte, Rubén, hijo de María Jesús, comentó que sabían que se tenía que ir y que decidieron hacer una despedida típica, con folklore ibicenco. «Creemos que quien venga sea como él, pero nunca insustituible», apostilló María Jesús. «Se echará de menos, pero creo que podrá venir alguien que pueda hacer aquí un buen trabajo», afirmó Leila Simonetti, vecina de Sant Antoni.

Palabras de afecto

TorresPeters en la misa detalló que muchas personas se acercaron durante estos días a agradecerle su trabajo, manifestando que puede que cuando hizo aquellas labores por las que se le felicitó no era consciente de lo que estaba haciendo.

«A todos los que formáis la parroquia, a todos los que formáis parte de ella, en mayor o menor medida, todos somos importantes. No sobra ningún miembro y os animo a que sigáis así», siguió. «Yo me voy, vendrá otro. No sé si será más guapo o más feo; más alto, más bajo; más simpático, más antipático; más listo, más tonto... no importa. Lo que importa es que esté presente Jesús», aseveró el párroco, quien aseguró que «se ha sentido como en casa» en este templo.

El párroco Torres Peters. | Moisés Copa

Una vez concluyó sus palabras Torres Peters, quien previamente había tenido un agradecimiento por parte de uno de los monaguillos, sa Colla dePortmany quiso entregarle un presente. El regalo se trató de un cuadro de la ciudad de Ibiza en los años 30. Tras recibir el presente, Torres Peters mencionó que tendría con gran cariño en su nueva casa.

Asimismo, Marcos Serra, alcalde de Sant Antoni, y Jorge Nacher, concejal de Participación Ciudadana y Bienestar Social, le entregaron dos libros de la isla para que tuviera un recuerdo. «He estado muy bien durante este tiempo. Nos tocó vivir la pandemia, pero ha sido un pueblo tranquilo y con buena gente», afirmó Torres Peters a Periódico de Ibiza y Formentera.

En cuanto a su marcha a Asturias    explicó que, «aunque estaba muy bien en Sant Antoni, no tengo nada en contra, necesitaba un cambio. Llevo 32 años como párroco y no he salido nunca de Ibiza. Determinadas circunstancias me han llevado a tomar esta decisión y tomar aire fresco».

La jornada concluyó con una muestra de ball pagès a la entrada de la iglesia portmanyina.