Rafa Ruiz.

Ahora que está de moda, me dispongo a exponerme a la crítica pública incumpliendo una norma no escrita, por la cual un columnista debe evitar escribir sobre los artículos de opinión publicados en otro medio. En circunstancias normales es una regla que trato de seguir a rajatabla, aunque confieso que en ocasiones he incumplido. En mi descargo diré que únicamente lo hice en aquellas pocas veces en que no resistí la tentación de responder a una apelación directa o, como en el caso presente, cuando el autor del artículo es un político.

Lamentablemente, el exalcalde de Vila, Rafa Ruiz, actual líder (es un decir) de la oposición municipal, ha decidido protagonizar una incursión en el columnismo periodístico en las páginas del Diario de Ibiza, con su opúsculo Teatre Pereyra. Especulacions i veritat. Lo lógico sería que se hubiese atrevido a publicar sus reflexiones en estas páginas, pues no se recuerda que en aquel diario se hayan publicado muchas (ni pocas) críticas a su gestión sobre la reforma del Teatro Pereyra. Pero como ya conocemos la pasta de la que está hecho el líder de los socialistas vileros, tan melifluo y cobarde como incompetente y sectario, pues no resulta raro que opte por responder a lo aquí publicado en Es Diari.

La hipocresía de Rafa Ruiz es, seguramente, su característica más genuina y deleznable. Arranca su epístola felicitando a la propiedad del Pereyra, aunque sin nombrar al artífice y mecenas del renacimiento del emblemático establecimiento. ¿No es repulsivo? Sólo esto da buena idea del tipo ante el que nos encontramos y que, en mala hora, fue alcalde de Vila durante ocho infaustos años. Rafa, querido, la propiedad del Pereyra se llama Pedro Matutes Barceló. Va, ánimo, intenta pronunciarlo. No es difícil y menos para un insigne docente como tú. Pedro Matutes Barceló. Léelo en voz alta. ¿A que no es tan difícil, Rafa? No escribe su nombre no por dificultad alguna, sino porque le detesta como cualquier político comunista detesta a un empresario que ha sido capaz de hacer mucho más por la ciudad que él. Y a su costa y riesgo. Por eso, tan hipócritamente, felicita a la propiedad del Pereyra, pero sin nombrarle.

Su artículo destila mala baba, como cuando, aquí sí, cita al «exministro Abel Matutes», sin venir a cuento. Para predisponer al lector podemita que le vota. Sólo se leen otros tres nombres propios en todo el texto: Elena López, Pep Tur i Jordi Salewski, a quienes se atreve a dar públicamente su enhorabuena, tras años de trabas, pegas y obstáculos a los promotores de la reforma. ¿No es vomitivo? Dice que se dejaron la piel en la resolución del expediente.

Rafa Ruiz tiene en la cara más cemento armado del que se ha utilizado en la reforma del Teatro Pereyra. Pretende pasar como el artífice de que, a día de hoy, el nuevo Teatro Pereyra sea una realidad. Pero pierde el tiempo, porque ya lo explicó Pedro Matutes el día de la inauguración, aunque sin citar a esta nulidad política que, para vergüenza general, sigue siendo edil de Vila. «Quien puso ridículas trabas a una obra que beneficiaba a todos, hoy puede constatar la magnitud de su fracaso». Iba, claramente, aunque tuvo la elegancia de no ensuciarse la boca con su nombre, al exalcalde Rafa Ruiz.

Hoy el Teatro Pereyra está vivo pese a Ruiz, López, Tur y Salewski. Lo sabe toda Ibiza, por más que el secretario general del PSOE de la capital pretenda hacernos creer que fueron ellos, con sus propias manos, quienes bruñeron las barandillas doradas de los palcos. Se trata de cuatro piezas incapaces de hacer algo en positivo, porque únicamente les mueve torpedear y sabotear todo proyecto privado, por bueno que sea para la ciudad. Y cada vez que pasen por delante del Pereyra, el magnífico edificio les habrá de recordar «la magnitud de su fracaso».