Toni Ruiz y Toni Planells en el plató de Bona nit Entrevistes antes de la grabación del programa. | Alejandro Mellon

Toni Ruiz, presentador de Bona Nit Entrevistes en la TEF, le define como un hombre con "múltiple personalidad" puesto que son conocidas sus facetas como ilustrador, fotógrafo o periodista. Toni Planells se siente como el «entrevistador entrevistado» en esta charla con Ruiz.

— Hablamos de esas múltiples facetas porque incluso usted había hecho pan. No sé si ha colgado ya el delantal, aunque también era muy artístico lo que hacía en este ámbito.
— Ya colgué el delantal y el gorro, pero es cierto que me gustaba hacer tartas más bonitas de la cuenta e incluso me llevaba algún tirón de orejas porque me entretenía demasiado en ellas.

— ¿Puede diferenciar si le gusta más una cosa que otra?
— Todo lo que hago me gusta. Tengo la suerte de estar trabajando y hacer muchas cosas diferentes y me gusta mucho el mundo visual. Del dibujo pasé a la fotografía, que ha resultado ser un mundo que me apasiona. La fotografía normal y corriente, por llamarla así, me gusta mucho, pero también soy muy aficionado a lo analógico y hago fotos más especiales con cámaras que yo mismo fabrico con latas o cajas y después lo revelo todo en el laboratorio. Tiene esa magia. Cuando hablamos de fotografía, muchas veces es como hablar de una pelota. Podemos darle cuatro patadas y jugar a fútbol o usarla para tirar a canasta y jugar a baloncesto. La fotografía es lo mismo, tiene tantas disciplinas que nunca te puedes aburrir.

— Uno de sus trabajos destacados es el que hizo en ses Salines.
— Entra en esto de la fotografía más experimental. Se llama ‘solarigrafía’ y se basa en hacer fotos durante mucho tiempo, con meses de exposición. Cuando hacemos una foto, el obturador se abre y cierra en un segundo. Con esto, entre que se abre y se cierra pasan meses o años. Normalmente, yo suelo tardar unos seis meses y de esta manera capto el movimiento del sol, aunque en realidad se mueve la Tierra. Se consigue captar toda la trayectoria y cada día ves que se va marcando una línea y queda un resultado curioso. Es un único disparo muy largo, analógico y muy rudimentario. Las cámaras que utilizo para hacer estas fotos son básicamente latas de bebidas energéticas. Es un recipiente en el que la luz sólo entra por un pequeño agujero. Es tan rudimentario que no necesita baterías, sólo tiene el agujero y un papel fotosensible. De hecho, el papel no se revela porque, al estar tanto tiempo, cuando abres la cámara y sacas el papel, la imagen ya está fijada en él. El problema es que en este papel, cuando le da la luz, la imagen desaparece y aquí es donde juntamos la fotografía analógica más primitiva y las nuevas tecnologías porque, para poder conservar esta imagen, debemos escanearla digitalmente. Es curioso porque la imagen recibe un chorro de luz muy fuerte y ello supone que, intentando guardar la imagen, estamos destruyendo el negativo original. Tiene como una poesía extraña.

— Se mata lo analógico para darle una vida digital.
— Correcto, pero de otra forma no se puede trabajar la imagen, ni verla en buenas condiciones. Realmente, es la única manera de poder mostrarla. Además, esa imagen debe positivarse y la única forma que conozco para mantenerla es escaneándola.

— ¿Conoce más gente en Ibiza y Formentera que practique estos experimentos fotográficos?
— Poca. Alguien hay. Creo que con una mano los contamos a todos. También se necesita mucha paciencia porque son muchos meses. Se deja la lata y muchas veces, cuando se regresa al cabo de unos meses, no está. Si pones diez y recuperas tres o cuatro, que está muy bien. A la hora de hacer estas fotos, buscas también un sitio que sea potente, un paisaje.

— Hay un dicho que dice que «dibujo lo que no puedo fotografiar».
— Sí y lo he hecho muy mío. Los dibujos que hago además no son fotografías posibles. Son caricaturas que pueden verse en Periódico de Ibiza y Formentera y que están firmadas como ‘Untaltoni’.

— ¿Se está perdiendo el arte de la caricatura en la prensa?
— No, hay artistas buenísimos en prensa nacional, también en local. Posiblemente, está viviendo un momento como otras disciplinas del periodismo. Antes era un oficio del que se podía vivir y ahora hay que combinar una cosa con otra. No deja de ser una columna de opinión más que, en la mayoría de casos, suele identificarse con el humor, aunque no siempre es así.

— Con lo que ha pasado en Formentera, por ejemplo, habrá tenido mucho material.
— A veces debemos agradecer a la clase política que nos lo den hecho y, a veces, nos lo dan tan hecho que da hasta cosa.

— Usted hace también otro tipo de ilustraciones.
— Sí, un poco más realistas, sin ser ese dibujo más infantil. Hago ilustraciones para revistas. Ahora estoy trabajando para la de Las Dalias; me dan unos textos y sobre ellos creo una ilustración. También trabajo con otras revistas y son ilustraciones totalmente diferentes. Siempre he sido muy analógico, pero para trabajar el mundo digital brinda unas herramientas estupendas. Primero, comienzo con una libreta y un lápiz y empiezo a buscar la idea, haciendo los primeros bocetos. Después, con una tableta completo el resto del proceso. El dibujo siempre ha sido lápiz, tinta y color. Cualquier trazo es el mío, no el de un ratón. Cuando dibujo sobre la tableta, no se consigue replicar el placer de hacerlo sobre papel, aunque da muchas opciones.

— ¿Sólo dibuja por trabajo o también por ocio?
— Es que ahora mismo el ocio cada vez se va quedando más limitado. Últimamente dibujo tanto por trabajo, que por ocio hace tiempo que no lo hago. Si no lo hiciera por trabajo, tendría que hacerlo por ocio porque es algo que debo hacer, es una necesidad.

— Usted entrevista a gente singular en ‘Gente de Ibiza y Formentera’, ¿qué criterio sigue para elegir a los entrevistados?
— No me gusta decir que es gente normal y corriente porque todos son especiales, y más cuando hablas con ellos. Normalmente, suelo tirar de gente más veterana y que me pueda contar cosas de cuando eran jóvenes. Me gusta que me cuenten historias personas de 80 o 90 años. Cuentan cosas de hace mucho tiempo y son pedacitos de la historia de Ibiza relatadas en primera persona. Más que un trabajo periodístico, llega a ser casi antropológico porque hablando con la gente del lugar, cada uno con su experiencia, se llega a lo que somos nosotros y ayuda a entender nuestra forma de ser o de dónde venimos. Cuando hablas con gente de pueblo, ellos recuerdan que no pasaban hambre porque tenían para subsistir, pero cuando hablas con gente de Vila, de 80 o 90 años, estas personas pasaban hambre y tienes esa perspectiva ahora que parece que somos la isla del lujo. Es un lugar en el que hace dos generaciones atrás se comenzó a ver llegar el turismo desde un lugar en el que se pasaba hambre.

— ¿Cómo encajó esta gente ese terrible o formidable cambio de Ibiza?
— Lo cambió todo y cada uno lo toma de una manera, aunque normalmente es desde esa perspectiva, que se pasaba hambre y de repente llegó la riqueza. La mayoría sí cree que nos estamos pasando un poco, que no hay que volver atrás, pero hay que controlar. Hubo una señora que me dijo que las nuevas generaciones estamos olvidando todo lo que llegó a pasar y me dejó marcado porque me dijo que no íbamos bien y que la historia iba a repetirse. Me dejó muy preocupado. Debemos escuchar más a los mayores. Son sabios y a veces los jóvenes les miramos como si no se enterasen de nada y quienes no se enteran son los jóvenes. Dicen que las sociedades se valoran según les tratamos y creo que hoy en día lo tenemos que mirar un poco.

— De hecho, pueblos primitivos tienen esos consejos de sabios.
— Y se les guarda un respeto que, no es que haya desaparecido, pero no se tiene en cuenta a los mayores, a quienes acabamos llevando a una residencia porque no podemos ocuparnos de ellos. No es lo mismo que antes y no digo que sea mejor o peor. Antes, en una casa había varias generaciones. Los mayores son una pieza que deberíamos colocar en el lugar más privilegiado y es algo que no está pasando.

— Usted ha hablado en sus artículos del chabolismo en Ibiza.
— Muchas personas de uno de los asentamientos vienen del Sáhara, pero también a alguien que venga de Huelva y quiera acceder a un alquiler o a un ibicenco que se quede en la calle por lo que sea, le puede pasar. El problema de la vivienda es el segundo más grave que tenemos en Ibiza, después del agua. He visitado estos asentamientos y hay mucha gente saharaui que explicaba que están acostumbrados a vivir así, en tiendas, pero otros reconocían que no les gustaba y que sentían que eran tratados como animales. Además, me decían que tienen trabajo y ganan dinero, pero llamaban para alquilar una habitación y que, en cuanto ven que eran árabes, les decían que no directamente. Hay racismo, sí. Esta gente vive en estas condiciones por el precio de la vivienda, pero es que no les dan opción. Entiendo, por otra parte, que es gente trabajadora, no indigente, y son los que a lo mejor están sirviendo después estas botellas de champán que valen miles de euros. Quien las sirve está viviendo en un poblado chabolista. Estamos llegando a un punto en Ibiza donde pasan estas cosas. Unos pagan por una mesa lo que muchos no ganamos en años y quienes les sirven, duermen en una tienda de campaña. La mayoría miramos hacia otro lado.

— Usted es también un ‘periodista de bar’.
—Son los grandes centros sociales, donde uno encuentra los mayores filósofos. Allí encuentro a la gente del pueblo y es donde pasan las cosas. Cualquier pueblo al que vayas, si quieres saber aquello que pasa, hay que ir al bar porque se hablará de la actualidad. Algunos se pierden pero todavía quedan y con esta sección me sorprendo porque veo que quedan bares centenarios en Ibiza. Quedan pocos, cada vez menos, por la evolución del turismo y el cambio generacional, pero es ley de vida.