Un 11 de septiembre derribaron las Torres Gemelas y cambió el mundo. El 11 de septiembre los separatistas catalanes celebran una derrota mientras que los chilenos demócratas lamentan el aniversario de un terrible golpe de Estado. Este año, el 11 de septiembre es también el comienzo de un curso que, en mi caso, se inició en las últimas semanas de agosto cuando intenté, sin éxito, convencerme de que seré capaz de acostarme pronto y levantarme aún más pronto para no llegar tarde al colegio este año.
19.158 chavales se han incorporado este lunes a las aulas en la isla de Ibiza. Entre ellos, mi hija pequeña, que cursará el último grado de la etapa de Educación Infantil en un colegio público de Vila. Ambas llevamos varias semanas hablando de lo que pasará a partir de este lunes. Ella intenta convencerme de que no hace falta ir al colegio para aprender y yo intento explicarle que ir a ese mismo colegio es bueno y necesario para ella. «Yo aprendo en babukids», que es como llama a YouTube Kids, me dice cargada de seriedad.
En tres minutos
Abro los ojos, demasiada luz, imposible, algo ha fallado. Escucho a lo lejos el despertador del móvil pero no lo encuentro. A mi hijo mayor se le ocurrió de madrugada que era buena idea coger mi teléfono mientras cargaba el suyo. Cuando por fin lo localizo veo con horror que son las 8.05 horas.
Tengo exactamente 35 minutos para ducharme, vestirme, preparar la lonchera, levantar a la niña, vestirla y salir de casa pitando. En momentos así siempre recuerdo a Hugo Chávez pidiendo a los venezolanos que se ducharan en no más de tres minutos. Es muy estresante pero se hace. Preparo un sandiwich de Nocilla y coloco en los compartimentos del tupper manzana en trocitos y plátano. A punto de salir de casa, le explico lo que desayunará y me recuerda que no puede llevar chocolate al colegio. Al borde del colapso nervioso pero manteniendo la calma, que es lo que dicen los expertos que hay que hacer en estos casos, cambio el sandwich de Nocilla por otro de atún con tomate.
Caminamos hasta el colegio. Ella en patinete y yo reflexionando sobre por qué nunca me ha gustado el deporte. Tiro del patinete en las cuestas mientras ella insiste en que no necesita ir a clase: «Yo quiero estar todos los días contigo». El argumento de «vas a volver a estar con tus amiguitos» no sirve porque los ha visto durante todo el verano.
A lo largo del camino, sospecho que me he equivocado. O de hora o de día. A nuestro alrededor nadie parece ir a clase. Miro el móvil: 8.52 horas, 11 de septiembre. ¿Seguro que empezaba hoy el cole? Miro la agenda del periódico: sí, tengo que hacer hoy esta crónica. Hace muchos años, llevé a mi hijo a toda prisa al colegio un día festivo y de ahí la paranoia.
Mobiliario
Llegamos al colegio a tiempo. Estos primeros días de clase no accederán al centro por la puerta habitual. Están pintando el patio de Infantil, nos explicó la tutora vía mail. La pregunta es por qué lo hacen ahora si han tenido todo el verano para ello. Al menos han cambiado el mobiliario del patio y ahora tienen todo un parque con toboganes, columpios y otras atracciones. «Mami, ahora sí que quiero ir al cole», me dice mi hija mientras observa con los ojos como platos el nuevo espacio para el recreo. De fondo suena el We will rock you de Queen. En el colegio de mi hija tienen muy buen gusto a la hora de escoger la música con la que reciben y despiden a los alumnos a diario. A la vuelta de la esquina, padres, madres y alumnos se despiden en la primera jornada de un curso escolar que, en Ibiza, estará marcado por las inversiones, las obras y las mejoras. El nuevo conseller, Antoni Vera, ya se dirigió días atrás a las familias a través del Gestib, el sistema de comunicación de la comunidad educativa en las Islas. Lo hizo con un escrito en el que destacó lo importantes que somos todos para que «el futuro de las generaciones más jóvenes nos devuelva el esfuerzo que ahora le dedicamos». Me pregunto si alguien se lee estos mensajes. Yo me conformo con que el colegio esté en las mejores condiciones, los profesores atiendan bien a mi hija y todos tengan los medios necesarios para que la cosa funcione. Si, además, el Ayuntamiento de Ibiza limpia el entorno del centro, inaceptable e invariablemente sucio, mucho mejor.
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