En el barrio de Can Escandell, lindando con Can Cantó, se encuentra la calle Xarraca. Una calle básicamente residencial en la que podemos encontrar un taller mecánico o una carpintería de aluminio, así como un negocio de hostelería destinado al ocio de los más pequeños.
Fernando es vecino del barrio de Can Escandell desde hace más de 40 años, «cuando todo esto no eran más que feixes» y su primera queja respecto a esta calle gira entorno al poco civismo de los dueños de perros: «está a tope de cagadas de perro».
Sobre las cualidades de la calle, Fernando opina que «es un barrio que sería excelente si lo cuidaran como toca. Pero apenas pasa la policía y todo el mundo hace lo que le da la gana». El vecino de Can Escandell se refiere a que «van a tope con los coches y las motos; se meten en dirección prohibida y hacen un ruido terrible con los motores. Deberían poner un radar de vez en cuando. Si te fijas en el asfalto, allí hay marcas de neumáticos de alguien que ha estado haciendo trompos. Esto es terrorismo puro y duro». Pese a llevar cuatro décadas en este barrio, Fernando reconoce que «me arrepiento de haber comprado el piso aquí y no en Santa Eulària. Alllí, por lo menos, tienen el sistema para cazar a los dueños de los perros que dejan las cagadas en la calle».
Luis es vecino de la misma calle desde 2009 y celebra que «por fin han puesto esas farolas hace cinco días, hasta ahora estaba esa zona muy oscura». Este vecino también se molesta en señalar los pasos de peatones que «han hecho una chapuza que no sirve para personas con discapacidad. Además, está lleno de baches». Sin embargo, también pone en valor que «es un barrio tranquilo. Por las noches no se oye nada y se está muy tranquilo y los vecinos nos conocemos todos. Como a la antigua».
Paz y sus niños
Paz no es vecina del barrio, pero frecuenta la cafetería de la zona «que es donde puedes traer a los niños para que se entretengan». Aunque, por un lado, Paz pone en valor que «es fácil aparcar», por otro lado también pone el foco en que «suele haber un poco de lío porque últimamente arrancan aquí los exámenes de conducir».
Sergio es profesor de autoescuela y este pasado miércoles se encontraba en esta calle a punto de salir con su alumno para examinarse en esta misma calle. «Uno de los problemas de esta calle es que se saltan las señales de dirección prohibida y siguen para abajo. Será que la gente va despistada», apunta el profesor de autoescuela, que justificaba la presencia de las autoescuelas en esta calle a la hora de iniciar los exámenes de conducir «porque es una calle muy ancha y podemos pararnos en doble fila sin molestar a nadie. Por eso nos citan aquí a todas las autoescuelas».
Borja trabaja en el taller ubicado en esta calle, que suele ser objeto de críticas por el espacio que ocupan los vehículos de sus clientes. Sin embargo, el mecánico asegura que «siempre hacemos todo lo posible por no molestar a los vecinos. Yo mismo me ocupo de aparcar los coches donde no molesten, generalmente en el parking de tierra que hay más allá» sin dejar de reconocer que «si algún cliente va a venir a por su vehículo podemos dejarlo en doble fila un momento, pero siempre atentos de que no moleste a nadie y durante muy poco tiempo».
Constantin lleva una década en su carpintería de aluminio de la calle Xarraca y sus quejas recuerdan a las de Fernando, «lo peor son las ‘muestras' de perro que nos dejan justo delante de la puerta. No entiendo que no tomen muestras para multarlos como hacen en Santa Eulària». Sin embargo, la opinión de Constantin sobre su calle es positiva, «aunque siempre se puede mejorar, suele estar limpia, la calle es tranquila y los vecinos son buenos».
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