Jeffrey Fernández de Bobadilla (Londres, 1969) asegura que, tras la pandemia, los precios de los inmuebles han vuelto a subir tras estabilizarse ligeramente en 2019. Según explica, el motivo es que una casa se ha convertido en un punto atractivo de inversión, también debido a la elevada inflación actual. Si los precios de venta pueden haber subido hasta un 15%, en el caso de los alquileres los incrementos son de escándalo, con un encarecimiento de hasta el 25% en la isla de Ibiza.

—Desde 2019 es delegado en las Pitiusas del Colegio de Agentes de la Propiedad Inmobiliaria y delegado de API Baleares.
—Sí, contamos con el colegio y con la asociación y los miembros del primero son agentes colegiados con titulación universitaria. Después, para abrir el mercado y que los agentes se profesionalicen al igual que los titulados universitarios, hemos impulsado la asociación donde se les forma, creando también en Mallorca un centro de preparación para agentes de la propiedad inmobiliaria.

—-En estos años, ¿qué objetivos de los que se había fijado inicialmente ha podido cumplir?
—Se centraban principalmente en dignificar la profesión, expandir el colegio a la asociación, y lo estamos consiguiendo porque estamos aumentando el número de asociados a muy buen ritmo y vemos a mucha gente con ganas de aprender y de ser profesionales responsables y con buenas praxis, que es lo que necesitamos.

—¿Qué se requiere para ser un buen agente de la propiedad inmobiliaria?
—Principalmente, formación y profesionalidad. Para acceder a la asociación de API, hay que superar un curso con unos conocimientos mínimos y comprometerse con una formación permanente y continua. En la asociación pitiusa ahora somos más de 40 miembros y vamos creciendo. En Baleares, entre el colegio y la asociación, somos el referente en cuanto a entidades relacionadas con la intermediación inmobiliaria.

—¿Qué preocupaciones afectan al sector en estos momentos?
—Son prácticamente las mismas en todas las islas. Nuestra principal inquietud es que se regule el sector inmobiliario, colocando siempre en un primer plano al consumidor, al ciudadano, para que, cuando acuda a unos profesionales, vea que existe una preparación, una ética y un código deontológico, con un seguro de responsabilidad civil con el objetivo de que, si alguien actúa con mala praxis o se produce un error en la operación inmobiliaria, pueda recuperar el dinero o superar los perjuicios causados. Es nuestro principal acicate a la hora de prestar servicios, además de unos conocimientos que combinan asuntos urbanísticos, fiscales, comerciales o legales.

—Defienden la importancia de que el agente esté colegiado.
—Exacto. Al contar con un seguro de responsabilidad civil, además de con experiencia y profesionalización, evitamos situaciones como las que se producen en ocasiones, que te estafan y no tienes a quién acudir porque el agente se declara insolvente. El sector no está regulado y cualquier persona puede montar una inmobiliaria, decir que es agente igual que puede asegurar ser asesor fiscal. Ese es el problema. Por eso, insistimos en la formación. Si el cliente sabe que va a un profesional con el logo de Api en la puerta, tiene una garantía y es lo que buscamos.

—Han reclamado que el Govern apruebe precisamente un reglamento para el sector. ¿Han logrado avances?
—Estamos en conversaciones y estamos intentando que, antes de que acabe la legislatura, se apruebe la regulación del sector. Es algo que se intenta desde hace tiempo y creemos que vamos a llegar. En caso contrario, sería triste para el usuario, principalmente. Intentamos que, por lo menos, el sector inmobiliario en Baleares esté regulado para dar garantías al consumidor. No se puede ser ir a un negocio de tipo inmobiliario sin preparación, ni intenciones de tenerla. Por eso, defendemos que los agentes tengan unos conocimientos mínimos, que hayan pasado unos cursos, y que se comprometan a continuar formándose, actualizándose en relación a todas las novedades que van apareciendo en el sector.

—Acaban de celebrar unas importantes jornadas en Ibiza de las que, seguro, han podido extraer interesantes conclusiones.
—Fueron un éxito y todos los participantes quedaron encantados y hemos acordado colaborar más y tratar de solucionar los asuntos urbanísticos y de vivienda que nos afectan. Las conclusiones que hemos sacado es que debemos adoptar medidas y, como siempre decimos, medidas valientes, aunque sean impopulares o cuesten votos. Eso en relación a la parte política, de la que hemos visto predisposición e interés. Ahora, vamos a aportar ideas para intentar solucionar, por ejemplo, el problema de las fincas rústicas, donde siempre hay un agravio entre quienes lo han hecho bien y quienes lo han hecho mal. De hecho, en el tema de las rústicas está media isla desordenada, por no decir el 80%. Habrá que tomar medidas para poner orden, porque no todo tiene que ser derrumbar, pero es una decisión muy complicada y habrá que ver cuál es la mejor salida.

—¿Cree que todavía existe en Ibiza esa idea del ‘todo vale' al hablar de urbanismo?
—Sí, totalmente. Creemos que la culpa es de los demás pero, al final, actúan todos de la misma manera porque, si el vecino lo ha hecho, yo también. Deberían existir medidas más radicales para evitar estas acciones. En 2018, ya se aprobó que las infracciones urbanísticas no prescriban con el paso del tiempo y puede ser una forma de actuar puesto que, quienes han incumplido, podrán tener consecuencias en el futuro.

—¿Qué valoración puede hacer de la situación actual del mercado en relación a la compraventa de viviendas?
—Estamos en una situación de pleno apogeo, con mucha venta y cierre de operaciones, mucha demanda en compraventas y alquileres, con numerosos usuarios que vienen a demandar inmuebles. Son datos esperables porque hemos pasado dos años en los que la gente ha estado parada. Este año, una vez que se ha despejado la incertidumbre de cómo nos iba a afectar la guerra en Ucrania, la gente ha apostado y está invirtiendo, comprando y generando movimiento.

—A finales de marzo aseguró que los precios de los locales en alquiler eran «absurdos» por sus elevadas cuantías.
—Esto ha ido a peor. El de locales es un alquiler diferente al de las viviendas, que también ha empeorado. Ha habido demanda, se ha comportado con seguridad y lo que se ha hecho es conseguir objetivos, aunque sea a precios altos, siendo rentable para los propietarios. En cuanto a los locales, acabada la incertidumbre de Ucrania, la gente ha apostado por realizar una inversión, llevarla adelante y los negocios que habían cerrado han podido recuperarse o se han abierto nuevas empresas, creándose muchos nuevos proyectos que están a punto de abrir.

—También destacó que una gran mayoría de compradores de vivienda en Ibiza eran ahora extranjeros.
—Normalmente nuestra clientela era un 60 por ciento nacional y el resto de fuera. Ello se ha invertido y, a falta de concretar las cifras, la tendencia se ha invertido.

—¿Y sigue en movimiento la compraventa en el sector del lujo?
—Sí. Continúa con la misma marcha de siempre, a un ritmo medio-alto, y la novedad a destacar es que se está registrando un gran incremento de compras por parte de ciudadanos holandeses. También aumentaron los franceses de manera importante, pero el incremento del mercado holandés ha sido sorprendente.

—Cuando entras en la playa en Talamanca no hay arena, hay fango.
—Exacto. Es fango que viene de aquí. Yo siempre digo que hay que ser valiente para bañarse en Talamanca porque el fango que hay en la orilla es fecal que viene de ses Feixes. Aquí no se puede cultivar ni una sandía. De aquí viene mucha contaminación a Talamanca pero ellos no quieren verlo.

—Una de las problemáticas detectadas esta temporada es la falta de stock de inmuebles destinados al alquiler.
—Nadie se plantea poner un alquiler residencial a largo plazo y la gente que lo busca, no lo encuentra de ninguna de las maneras. Por ello, está habiendo mucho alquiler de temporada, para compartir, y a precios extremadamente altos. No hemos solucionado el problema. Solo no se va a arreglar e incluso estamos llevando a cabo una recogida de ideas para plantear medidas, evitando parchear e impulsar acciones sueltas, muchas de ellas equivocadas.

—¿Y hacia dónde irán encaminadas estas medidas?
—Tenemos una batería de propuestas, también planteando acciones en clave nacional como las relativas a la Ley de arrendamientos urbanos. No va a llover a gusto de todos según los intereses de cada uno, pero habrá que dejarlos a un lado y velar por el bienestar de la población. También trabajamos en ayudas para la compra de la primera vivienda. Hay mucho por hacer, pero deben impulsarse de manera inteligente y bien planteadas para evitar que los efectos sean peores que los beneficios. Hay que impulsarlas de forma coordinada.

—¿Por qué se ha llegado a esta situación habitacional en las Pitiusas?
—Es sencillo. En Mallorca todavía no ha pasado, pero sucederá. Primero ocurrió en Formentera para trasladarse después a Ibiza. Hay que pensar que vivimos en un sitio limitado y si no encontramos lo que queremos en las zonas más tensionadas, algo que ya en Ibiza es complicado, no tenemos dónde ir. Si pasa en Valencia, por ejemplo, uno se puede desplazar. Esa opción no la tenemos en las islas y esa es la causa: no tener suficientes inmuebles. Tampoco construir y convertir Ibiza en una especie de Benidorm es la solución ni la idea. La situación es muy compleja y debemos apostar por acciones valientes y radicales y, lo mismo que se limita la entrada de coches, si queremos mantener la calidad de vida y si se puede, igual hay que plantearse hasta dónde queremos llegar en cuanto a crecimiento de población. Si optamos por construir más, vendrá más gente porque no dejará de haber demanda ya que Ibiza y Formentera seguirán siendo atractivas. Con todo lo que se construya, se aumentará el problema y habrá que plantearse hasta dónde queremos que crezca la población, aunque al principio perjudique la economía.