A bordo del Alatxa, un pesquero de 10 metros del año 2000, zarpan todas las madrugadas que la meteorología y la demanda lo permiten, el marinero Pedro Juan junto al patrón Jaume Coll a la búsqueda del preciado atún rojo.
A la tripulación suele unirse un alumno del CIFP Can Marines del grado medio de Patrón de Litoral, que necesita hacer sus horas de práctica embarcado, tanto en un pesquero (120 horas) como en un barco de pasaje (280 horas). En este caso, se trata de Michel Tumbaco.
El único atunero
Se trata, por el momento, del único pesquero del puerto de Ibiza que se dedica a la pesca de este túnido desde hace dos años, aunque en los próximos meses se prevé que otro barco se apunte a la pesca en este puerto.
En el puerto de Sant Antoni, pese a que, según el secretario de la cofradía, Joan Castelló, hay siete u ocho embarcaciones que podrían pescarlo, y el año pasado hubo uno que salió muy pocas veces con un saldo total de dos ejemplares, hoy por hoy no hay ninguno que se dedique a lo que, en su momento, fue una de las grandes industrias de las Pitiusas.
«Si no hay venta no salimos; pescar atunes y no venderlos no vale la pena», asegura el patrón del Alatxa, quien conoce bien cómo se regula el mercado de thunnus thinnus y organiza sus salidas en función de la venta de su producto: «Más o menos sabemos los kilos semanales y salimos en función de las necesidades», explica el patrón.
«La venta no está muy bien últimamente», asegura Coll, quien afirma que el precio del atún rojo bajó considerablemente el año pasado debido a la situación de la pandemia y, aunque este año ha vuelto a subir un poco, «todavía no está al precio que toca», precisa.
El patrón asegura que «con una captura de entre seis y ocho ejemplares semanales podemos venderlos bien sin sufrir mucho, pero si capturamos más intentamos vender más». En circunstancias normales de prepandemia reconoce que durante el verano no darían abasto: «No capturaríamos suficientes por mucho que salieramos».
Regulación
Sobre la regulación de la pesca del atún rojo, que en 2006 llegó a prohibirse ante la importante merma de la especie, Coll explica que se hace una regulación semanal en la que se determina el número de especímenes a capturar.
Sin embargo, tanto Ibiza como Formentera y Menorca no estarían sujetas a tal regulación al no tratarse de capturas destinadas al comercio en la misma isla. Mallorca, en cambio, sí debe restringirse a las restricciones impuestas ya que buena parte de las capturas de atún rojo en la capital balear van destinadas al comercio fuera de las islas. Y es que la población de atún rojo llegó a estar seriamente amenazada hace unos años debido a la sobrepesca, que en muchos casos se perpetraba desde la clandestinidad.
Los marineros declaran que la especie se ha recuperado sustancialmente desde que las restricciones a su pesca se han ido aplicando. No obstante, Juan relata como hace un par de semanas, en dos de sus salidas volvieron con las manos vacías. «No es algo que pase normalmente», apunta. La talla mínima de las capturas debe ser de 30 kilos o 115 centímetros de longitud, que solo pueden ser pescadas mediante líneas de mano.
Pescados Vicente, en el Mercat Nou, es uno de sus clientes habituales y a quien va destinado el mayor de los dos ejemplares que capturaron en una de sus jornadas de pesca. Se trata de una pieza de cerca de dos metros de longitud y 87,40 kilos. El segundo ejemplar pesaba 56 kilos tenía una longitud de más de 1,5 metros y acabó debidamente troceado en los estantes de los supermercados Eroski. Hubo un tercero que logró zafarse de la caña del marinero.
Juan explica que los restaurantes ya están empezando a adquirir ejemplares para congelarlos de cara a la temporada. Habla también de restaurantes de comida japonesa, que se han convertido en clientes importantes de atún rojo, en concreto de uno de ellos en Santa Eulària que el año pasado adquirió nada menos que entre 15 y 20 ejemplares, que ellos mismos se encargaron de trocear.
Una jornada de pesca
La jornada de los pescadores comienza a las cinco de la madrugada, zarpan a la estela de los arrastreros, que al ir descartando pescado sobre la marcha llaman la atención de los bancos de túnidos. De esta manera, desde el Alatxa echan la caña al mar para capturar sus ejemplares de atún rojo de manera manual, con el curricán, tal como mandan las normas.
Para extremar la calidad del producto, la tripulación del Alatxa desangra al animal recién pescado, con un corte en las agallas, y lo almacena en unos grandes depósitos llenos de hielo, que conservará la pieza en óptimas condiciones hasta su llegada a puerto. «Esto les gusta mucho a los mejores chefs», asegura Pedro Juan.
Michel, el grumete que está haciendo sus prácticas en el Alatxa se muestra encantado con la experiencia, y reconoce que «si no fuera por que lo de madrugar no va conmigo» el oficio de pescador le parecería una opción de vida viable.
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