Encarnación Planells, presidenta de los Comerciantes del Eivissa Centre. | Marcelo Sastre

La zona conocida como l'Eixample de la ciudad de Ibiza anda revolucionada. Siempre ha sido una de las más reivindicativas de la capital con sus pequeños comercios, la mayoría con muchos años de historia, luchando por tener el reconocimiento que dicen merecer tener y que se les niega constantemente desde el Ayuntamiento de Ibiza que preside Rafa Ruiz.

Sin embargo, la gota que parece haber colmado el vaso de su paciencia ha sido la distribución de las calles que ha hecho el Govern balear para decretar un confinamiento que busca frenar el avance de los contagios por coronavirus. Una distribución que, según denuncian, «son discriminativas, injustas teniendo en cuenta como están en otras zonas de la ciudad de Ibiza» y les llevará «a la ruina total, ya que no permite la entrada de vecinos de otras calles y de otros lugares de la isla». Por ello, están llevando a cabo una serie de caceroladas de protesta, todos los días de forma puntual a las 12.00 horas, a las que cada vez se suman más comerciantes y personas del barrio.

Para hablar de todo ello, una de las voces más autorizadas es Encarnación Planells, presidenta de la Asociación de Comerciantes de Eivissa Centre y dueña de una de las tiendas de ropa más conocidas de la calle Aragón.

Después de varios días desde que entraran en vigor las medidas del confinamiento decretado por el Govern balear y tras dos días de caceroladas, ¿cómo está la situación para los comerciantes de la zona de l'Eixample de Ibiza?
—Pues muy mal. Si sigue todo así y no hay ningún cambio nos van a arruinar. No quiero ser mal pensada ni que se nos mal interprete pero tenemos la sensación de que se nos discrimina con respecto a otras zonas de la ciudad.

¿Por qué dice esto?
—Fundamentalmente porque no creemos que se estén produciendo menos contagios en otras zonas de la ciudad como en el Eixample. La sensación que tenemos comerciantes y vecinos de la zona es que no se nos está midiendo por el mismo rasero cuando al final estamos haciendo todo lo posible para aguantar abiertos con todo lo que está cayendo desde hace ya muchos meses. Tras el estado de alarma volvimos a abrir los comercios pero estas medidas de confinamiento de la zona nos harán muy difícil poder sobrevivir. Lo cierto es que tenemos miedo por nuestros comercios y por nuestras familias.

Hay quien les tacha de insolidarios. ¿Entienden el confinamiento?
—Por supuesto, si se hace de forma lógica para evitar que aumenten los contagios. Nosotros no tenemos nada en contra de que se dicten medidas porque sabemos que el tema sanitario es muy importante pero lo que no entendemos es cómo se ha hecho la división de las calles. Es muy difícil de entender por qué se han puesto los límites dónde se han puesto… Tanto que da que pensar que no se hayan incluido zonas destinadas al turismo o zonas donde hay establecimientos grandes.

Entonces, ¿se sienten agraviados?
—Por supuesto. La división no se entiende de ningún modo y lo cierto es que únicamente está perjudicando a un buen número de pequeños comercios de toda la vida que estamos haciendo grandes esfuerzos para mantenernos abiertos todo el año pagando puntualmente nuestros impuestos al Ayuntamiento de Ibiza. Nos sentimos agraviados y ninguneados porque tenemos la sensación de que no somos importantes y que somos un segundo o tercer plato para el Ayuntamiento de Ibiza.

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Muchos comercios de l'Eixample denuncian que hay otras zonas donde hay más aglomeración y no se han confinado...
—Y llevan razón. Nosotros hemos seguido todas las normas que se dictaban desde el Govern balear y cumplido todas las medidas de higiene en nuestros comercios y además, la zona de l'Eixample nunca se ha caracterizado por juntar mucha gente en la calle. Por eso no entendemos que nosotros estemos confinados con agentes de policías vigilando constantemente por todas las esquinas que se hace y que no y que en otras, como la Plaza del Parque, no haya nadie velando porque los bares y restaurantes mantengan la distancia de seguridad o se cumpla la prohibición de fumar en espacios públicos.

El Govern siempre ha dicho que para elegir las zonas a confinar se habla de contagio comunitario en viviendas y núcleos familiares.
—Eso se puede entender, pero hemos comprobado que la mayor parte de los contagiados que hay en el Eixample han cogido el virus en sus lugares de trabajo, lejos de aquí. Además, y esa es otra, ¿dónde están los rastreadores que tanto anuncian los gobiernos regionales y el gobierno central para analizar cada caso? Que nosotros sepamos casi no hay y eso también es un problema del que nadie habla. En cambio, policías vigilando por las puertas y alrededores del Mercat Nou y por las calles del barrio todos los que se quiera.

Desgraciadamente la imagen de las calles del barrio es la de muchos comercios cerrados y otros que ya no abren por las tardes. ¿Cómo ve el futuro?
—Mal. Y lo peor de todo es que detrás de cada comercio hay una familia detrás o incluso más, como en el caso de cafeterías o restaurantes con cinco o seis empleados que se tendrán que ir paro con un invierno y un otoño muy complicado, del que no saben como van a sobrevivir. La situación en el Eixample es cada vez más insostenible y todo los días cierra algún comercio. El último ha sido la Boutique del Tacón, en el número 47 de la calle Aragón, y ahora está a punto de hacerlo un hostal que tenía reservas hasta el próximo mes de diciembre y que desde que se anunció el confinamiento se quedó vacío en tan solo dos días.

¿Los trabajadores de estos comercios no pueden adherirse a los ERTEs?
—Ese es otro problema muy grave con el que nos estamos encontrando. Muchos comercios de la zona no están pudiendo poner a sus trabajadores en ERTE porque técnicamente nadie les ha obligado a cerrar. Se trata de una recomendación por parte de las autoridades sanitarias para evitar que aumenten los contagios por coronavirus. Una recomendación que todo el mundo sabe que nos llevará a la ruina.

¿Y el Mercat Nou? Allí los paradistas también hablan de que la situación es insostenible.
—Pues más de lo mismo. No podemos entender que durante el estado de alarma se permitiera comprar en el mercado y en las grandes superficies y ahora, que se supone que el confinamiento incluye algunas medidas menos estrictas, no dejen que nadie se acerque hasta los puestos del mercado. Es del todo inconcebible. Con ello lo que están consiguiendo es que este mercado se acabe por morir de una vez por todas y lo que no se dan cuenta es que cuando ya no esté, el barrio no será lo mismo. Entonces vendrán los arrepentimientos.

La grave situación del Mercat Nou es un tema que viene de largo… Sus comerciantes siempre han criticado que el Ayuntamiento de Ibiza les deja de lado…
— Es que es así. Lo mismo que ahora. Con todo lo que está cayendo y con la situación tan grave que estamos viviendo, tanto a nivel social, comercial como sanitario, no sabemos dónde está Rafa Ruiz y que anda haciendo. No se ha pasado ni un día a vernos y ni siquiera nos ha dado ninguna explicación. No pedimos nada que no sea un alcalde cercano y que se preocupe por su gente pero desgraciadamente ya tenemos claro que eso con nosotros nunca será así. Tiene el barrio abandonado, con un déficit enorme de infraestructuras, sin inversiones y en cambio, sí que destina fondos para arreglar otras zonas de la capital. Es una muestra de que nos considera un barrio de tercera y que para él no somos tan importantes como, por ejemplo, el puerto de Ibiza.

¿Han intentado decirle algo al alcalde?
—Si no sabemos dónde está. Y es que otra cosa que no entendemos es la doble vara de medir que tienen los partidos políticos. Yo no soy ni de izquierdas ni de derechas pero no entendemos como el PSOE y Podemos fomentan manifestaciones en Madrid contra el confinamiento selectivo de un gobierno del Partido Popular cuando aquí, un gobierno socialista de Francina Armengol y de Rafa Ruiz está haciendo lo mismo. Están para lo que quieren, midiéndose solo por intereses políticos pero nunca por ayudar a los ciudadanos.

¿Hasta cuanto tienen previsto seguir con las protestas?
—Pues ya veremos. La intención es hacer cacerolada diaria a las doce de la mañana hasta que se nos escuche o nos den una solución. Y lo mejor de todo es que cada vez somos más.