Joan Ferrer todavía recuerda en la parte del aula en la que se sentaba. «Era ahí exactamente», cuenta este maestro jubilado recientemente en el 2018, mientras señala uno de los puntos centrales de la estancia. En los tiempos de los que habla Joan, lo que hoy se conoce como el Camp d'Aprenentatge Sa Cala era una escuela común, como eran antaño: con su casa del maestro, su segregación por sexos, con una tarima que elevaba al maestro sobre los alumnos…
Y es que el Camp d'Aprenentatge ha tenido mucha vida, concretamente 100 años que se cumplieron ayer, y siempre ligado a la actividad docente.
«En 1919, el Estado ponía el maestro pero las clases se hacían en una casa payesa en unas condiciones muy precarias. Fue entonces cuando la gente se animó y entre un centenar de accionistas decidieron comprar un solar y construir una escuela según la normativa vigente, es decir mucha luz, aire, vivienda para el maestro y patio de juegos», explicó Antoni Marí, autor del ensayo ‘Escola i Mestres a sa Cala'.
Los encargados de esta hazaña fueron los socios de la asociación ‘El Progreso', que un 8 de diciembre de 1919 se reunieron en junta general y eligieron una ejecutiva encargada de regir dicha tarea.
Vicent Torres vivió los diferentes cambios que sufrió el edificio porque «antes solo era escuela de niños y todo esto era la aula de niños pero cuando empecé a venir ya entraban las niñas, que antes les daban clase por diferentes casas. Entonces a ellas les daban clase en la casa del maestro pero coincidió con que el maestro se casaba y se partió el aula para dividir a los niños de las niñas», según cuenta este otro maestro jubilado que fue alumno y ejerció en esta misma escuela durante «25 cursos y un trimeste».
«Este edificio quedó cerrado y únicamente lo aprovechaban los maestros que daban clases en Sant Joan como vivienda, y así estuvo durante un periodo de 13 años», indicó Joan Ferrer, que al igual que Vicent, fue alumno y maestro de 1989 a 2018, con una interrupción de tres años por los recortes.
En 1989 es cuando se le da el nuevo uso como Camp d'Aprenentatge y entonces, como relató Joan, vino como profesor y, también, para preparar las obras. Al año siguiente es cuando llegó su compañero Vicent.
Eva Rincón continúa su legado. «Yo fui alumna e hija del ultimo maestro y la mitad del edificio era casa y la mitad era escuela. Nosotros nos fuimos cuando cerro la escuela y se abrió la de Sant Joan. Hoy en día realizamos itinerarios por torrentes y calas, talleres de observación o enseñamos como hacer pan en horno de leña», concluyó.
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