—Es usted una de las personas más ocupadas que conozco. ¿De dónde saca tiempo para todo lo que hace?
—(Risas) No es tanto la verdad. Creo que al final todo es un poco de entrenamiento y saberse distribuir el tiempo.
—Entre clases, textos y artículos de opinión ahora está presentando su nuevo trabajo, Pedagogía per a indígenes. Se trata de un libro de microrrelatos que supone algo nuevo en lo que había hecho hasta ahora. ¿Por qué?
—Bueno pues un poco por casualidad. Todo comenzó cuando me invitaron a dar una charla sobre cómo se construyen los microrrelatos en l'Escola d'Adults d'Ibiza. La verdad es que no sabía mucho del tema así que comencé a indagar y a documentarme y preparamos uno. Y desde entonces todos fue lanzado porque al final escribí en torno a un centenar que son los que forman parte del libro. E, incluso, tengo más que aún son inéditos. (Risas)
—¿Cuál fue la chispa que empleó para su primer microrrelato?
—Una noticia que vi en el canal de noticias CNN. Recuerdo perfectamente que me impactó ya que como suele pasar en más ocasiones de las que nos parece, la realidad supera la ficción. Hablaba de un chico que se equivocó al lanzar un cóctel molotov. Quiso hacerlo por la ventana de una estación de policía y lo hizo por la de su habitación... Y no contento con todo eso, el culpable se quejó ante los medios de comunicación de que los bomberos habían tardado mucho en llegar a su casa para apagar el fuego...
—¿Entonces los microrrelatos de su libro son de humor?
—Hay de todo. Este aunque no lo parezca no es humor. No es un chiste aunque tenga todos los ingredientes para una buena comedia. Es cierto que los microrrelatos que he escrito para Pedagogía per a indígenes son para que el lector se entretenga y se lo pase bien aunque también reflexione sobre otros temas.
—¿Sobre qué hablan sus textos?
—Pues hay muchas temáticas. Hay bastantes vinculados con la educación, otros reflexionan como ven los jóvenes y los adolescentes el mundo que les rodea, y otros sobre el impacto que tienen las nuevas tecnologías en nuestro día a día. Y también hay algunos que parten de situaciones estrambóticas como el del chico del cóctel molotov.
—¿Entonces en nuestro día a día siempre pueden surgir historias para un pequeño relato?
—Sin duda. Es cierto pero que la mayoría de lo que aparece en el libro son fruto de mi imaginación pero todos surgen de algo que realmente ha pasado. Por ejemplo, un día cuando estaba cortándome el pelo cayó en mis manos un artículo de la revista Pronto en el que una madre escribía una carta en la que no entendía por qué la exnovia de su hijo le había denunciado por publicar sus fotos desnuda en las redes sociales... Me pareció tan interesante que en este caso sólo me limité a traducirlo...
—¿Y cómo hace para poder condensar una historia en tan poco espacio?
—Es complicado la verdad. Hay que tener en cuenta que un microrrelato no pude tener más extensión que un folio. Incluso los hay mucho más cortos como el del escritor guatemalteco de origen hondureño Augusto Monterroso: «Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí». Creo que no puede ser mejor la verdad porque en muy pocas palabras te sugiere muchas cosas y te da que pensar.
—¿Entonces cuál es el secreto?
—No creo que haya ninguno aunque si tal vez algunas premisas que hay que intentar cumplir. Lo importante es que no intervengan muchos personajes, que sólo se cuente una cosa para que el lector no se despiste y dejar siempre algo abierto para hacer reflexionar. Por ejemplo, bajo mi opinión no hay nada mejor que «yo yo yo yo yo yo yo yo yo yo yo yo yo... y que conste que no soy nada ególatra».
—Conociéndole y sabiendo que no para... ¿qué tiene en mente ahora?
—Pues de momento la intención es presentar Pedagogía per a indígenes en Mallorca y en Barcelona y después ya se irá viendo como va todo. Y mientras, estoy preparando una nueva función de ciencia ficción en homenaje a Isaac Asimov por el centenario de su nacimiento. Lo estoy escribiendo con Vicent Tur y será para los cursos de teatro del Institut d'Estudis Eivissencs.
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