El funeral se celebró en la iglesia de Sant Antoni. | Daniel Espinosa

El escultor portmanyí Antonio Hormigo recibió ayer por la tarde el último adiós por parte de la ciudadanía ibicenca en la iglesia de Sant Antoni. Fue un homenaje a la altura de su figura, tanto profesional como humana, con un templo abarrotado de amigos, conocidos o simplemente vecinos que se acercaron a darle su último adiós. Entre ellos el alcalde de Sant Antoni, Pep Tur, Cires, y el concejal de Cultura y Patrimonio del Ayuntamiento de Ibiza, Pep Tur.
En las primeras filas estaba su familia y su sobrino, Pedro, el que más ha continuado con la labor incansable de su tío. En el centro, junto al altar y con las coronas de flores, en lugar del tradicional féretro había una urna con sus cenizas puesto que el conocido artista fue incinerado el jueves en una ceremonia íntima, por deseo expreso de la familia. Y sobrevolando todo, emoción, contenida pero mucha emoción. Una sensación de que se estaba diciendo adiós definitivamente, al menos en vida, a uno de los últimos grandes artistas de una generación en Ibiza que aún siguen vivos. La sensación de que se habría abierto un hueco muy difícil de cerrar. El de alguien que, como aseguró Carles Fabregat a Periódico de Ibiza y Formentera al referirse a su persona, reflejaba lo que es ser ibicenco como nadie, tanto en su comportar diario como en la elección de la madera de razas autóctonas para crear sus fascinantes esculturas.