Tan bonita y tanta gente congrega que ayer dio la impresión de que la lluvia paraba para respetar a todos esos valientes que la hacen posible. Fue como si después de una noche complicada y un inicio de mañana duro pensara que tenía que dar una tregua para no fastidiar tantas horas de esfuerzo y ensayo.
Sin embargo, media hora antes de que todo comenzará había muchas dudas. Entre muchos presentes se había extendido la noticia de que esta misma procesión en Ibiza se había suspendido y se iba a hacer en el interior de una iglesia y había quien no daba un duro por Santa Eulària. Afortunadamente, sólo había que echar un vistazo a la puerta de la Capilla de Lourdes, desde donde sale la imagen de El Cristo Resucitado, para comprobar que sí, que se salía.
Los ocho encargados de portar la imagen sobre sus hombros lo hicieron pasados unos minutos de las 10.30 horas. Lo hicieron entre una gran expectación, acompañados por la Agrupación Musical Nuestra Señora de la Estrella, el cura del pueblo, Vicente Ribas, y toda la corporación municipal, encabezada por su alcalde Vicent Marí. Enfilaron la calle Sant Jaume y llegaron rápidamente al son de la música hasta la Plaza de España, junto al edificio del Ayuntamiento, y donde esperaban cientos de personas. En apenas unos minutos apareció por la calle Sant Vicent la Virgen de la Esperanza, también llevada sobre sus hombros por ocho valientes, y acompañada por una quincena de camareras de la virgen, todas de riguroso luto salvo por su mantilla blanca y una flor en sus manos del mismo color.
Allí, una vez todos colocados y entre empujones y muy malos modos de algunas mujeres contra los fotógrafos y medios de comunicación, se vivieron los momentos más emocionantes de la jornada. Al ritmo de los músicos de Nuestra Señora de la Estrella, la Virgen le hizo dos reverencias a su hijo. Después la quitaron el velo entre una gran emoción y se produjo la tercera y mutua reverencia. Tras ello, ambas imágenes se colocaron paralelas, bailaron juntas, y emprendieron camino hacia el Puig de Missa entre una gran ovación que premiaba el esfuerzo de los cofrades que deben arrodillarse y levantar de nuevo todo el peso de las dos imágenes y sus tronos.
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