Recordemos la ilusión que se experimenta al ver trasladarse una tras otra, imágenes ligeramente modificadas creando el estímulo sensitivo de movimiento, únicamente comprensible por las lecciones recibidas con anterioridad. O lo que es lo mismo, de repente cuestionamos nuestra propia capacidad perceptiva, cuando vemos que cualquier imagen recibida, anterior a la experiencia altamente definida, está claramente desenfocada.
Lo que por separado son imágenes sueltas y estáticas, en su conjunto se desenvuelven en una acción más o menos fluida. Sí cambiamos de un canal HD a uno SD, nos damos cuenta que lo que antes nos parecía altamente definido, ahora cambió repentinamente de categoría. Y eso solamente porque una comparativa superior nos acaba de tirar abajo los parámetros establecidos hasta ahora.
Vuelvo a ver esa luna enorme que sale tras la silueta terrenal, enorme mientras hay referencia. O la típica imagen del triángulo imposible. ¿Imposible? Ese patito que persigue la pelota en busca de refugio materno. La escalera que proyecta una sombra perpendicular en cada sentido. El capullo que se abre desenvolviendo sus pétalos acariciando luz y aire. Nadie lo ha visto, pero la tecnología ha posibilitado que lo podamos apreciar.
Todas esas descripciones nos las podemos imaginar, porque previamente nos hemos sometido a un aprendizaje. Y habría que puntualizar, un aprendizaje determinado. Pongamos como ejemplo las diferentes creencias que en el fondo tienen como denominador común, explicar y acoplar al humano para que viva de una manera determinada. Todas tienen su punto de vista, pero el objetivo real no dista. Claro, no debemos olvidar que todo lo vemos desde una interpretación occidental y blanca. Y esto realmente es un error.
Olvidemos en estos momentos, quién lleva la batuta y quien computa y depreda. En el fondo todo es interpretación tras determinado aprendizaje. Si observamos la grafía de esta sección, tropezamos claramente con esa ilusión aprendida. El efecto intencionado y pretendido es que las letras deberían verse en bajo relieve. En ocasiones me cuesta ver lo que se pretende y necesito entornar los ojos y decirme a mí mismo lo que debo ver, para ver lo que se pretende.
La mente actúa como catalizador perceptivo y logra engañarnos de manera sencilla. Cuando tomamos consciencia que estamos conduciendo de memoria, y no hemos captado las instrucciones de la nueva señalización, entendemos que ha llegado el momento de borrar lo aprendido hasta ahora y reciclar rápidamente nuestra experiencia. Así me pasó con la primera rotonda en la intersección de Ses Salines, camino al Aeropuerto. Acostumbrado a que hasta entonces había sido vía preferente y además estos lugares no formaban parte de mis itinerarios habituales, cada vez que se cruzaba esta rotonda nueva en mi camino, me la comía. Evidentemente, rápidamente corregí mi error y aprendí adaptarme a esta nueva realidad, evitando conducir de memoria.
El trampantojo, y volviendo a lo que nos ocupa, logra ciertamente avivar ilusiones que alertan ser lo que no son. Cada vez encontramos más elementos que desafían su propia pretensión. Las flores de tela, el bolardo macizo de plástico reciclado, hormigón y aluminio con apariencia de maderas más o menos nobles, tarimas aparentemente del material anterior, pero que tampoco lo son. Todo tipo de impresiones en baldosas de gres. Leggins con apariencia de jeans o incluso pieles felinas. Nada es ya lo que era. ¿Acaso lo fue alguna vez? Cierto es que el aprendizaje nos exige de alguna manera continuar con lo ya conocido, aunque no podamos.
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