Recientemente clausuró en Madrid la 37ª edición de Arco, una de las ferias de arte contemporáneo de más renombre. Fue la segunda vez que disfruté este evento y por supuesto la capitalidad madrileña incluyendo algún que otro manjar en Mayor. Disfruto tanto la oferta de esta ciudad, que por ser isleño, acojo en mi regazo como un crío que descubre mundo.
Aprendí en esta ocasión que no es el único acontecimiento dedicado al arte contemporáneo durante esta semana. Just Mad o Art Madrid son alternativas que acercan de manera más humana el arte al mortal. Porque mientras disfrutamos la vida la mayoría nos dedicamos a recoger y acumular insaciables, objetos de todo tipo, para así pretender seguramente ser más felices.
Algunos se van al Rastro, otros se introducen en los pabellones, para aumentar su colección y recolectar así la admiración de quienes vienen de visita a los humildes hogares. Según los reportes de la prensa han incrementado las ventas considerablemente. La crisis ya pasó. Aun así me pregunto, ¿en las esferas que nos movemos acaso hubo crisis en algún momento?
Hay cosas que no acabo de entender y me da la sensación de ser una marioneta manipulada por una sociedad con una ligera tendencia depredadora. Tanto es así que el primer día de Arco salí del recinto a las dos horas, refugiándome en la para mí nueva experiencia de la Galería de Cristal en Cibeles. Un espacio bastante más ergonométrico que el de Ifema, sin menospreciar ninguna de las ofertas.
Aquí descubrí a Marta, Marta Sánchez, Luengo para ser más exactos. El título de su obra, que parece pertenecer a una serie, me llamó especial atención. Corrijo, me llamó primero la escultura y la expresión de ésta y más tarde descubrí el título.
La carga que soportamos a lo largo de nuestras vidas se ve claramente reflejada en estas esculturas. Tan claramente reflejada, que ésta representación insinúa un peso simbólico e indefinido. Invita además a pensar en este microcosmos que cada humano crea y defiende como un espacio de autoprotección. Sí. Son ciertamente interpretaciones que tal vez distan de la idea inicial de la artista, pero no dejan de ser el resultado de una propuesta reflexiva para avivar precisamente eso, la reflexión. Gracias Marta.
Esta carga, representada por un volumen de aire, demarcado por aristas sujetas por los protagonistas, propone habilidades genéricas. Ella, explorando con la mirada el suelo y con sus pies todavía en la base, una base ya torcida; o más bien que la dirección escogida es otra que la marcada. Él, mirando hacia el frente, rígido e inflexible y con un pie saliendo del sustento. ¿Es esa la interpretación insinuada por la artista?
Marcar las características propias de cada género, depende ciertamente del punto de mira. Y no hablemos de virtudes o defectos, sino caractericemos la flexibilidad femenina como una ventaja vital, frente a la torpeza sustancial masculina de mirar hacia delante sin ver lo que se está viendo. No significa esto una autocrítica, sino más bien un intento de entender la realidad humana.
Otra interpretación podría ser, ella cabizbaja, insegura y sin destino. El, decidido y emprendedor y mirando siempre hacia delante. Posiblemente sea ésta la reflexión más aceptada por una amplia mayoría de nuestra sociedad, y probablemente la más equívoca. Prefiero inclinarme más bien hacia la primera opción, más cercana a la realidad y asombra como aún hoy día, existe desigualdad, cuando esa opresión no debería haber existido nunca.
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