Todos ellos salieron de un entorno espectacular como es el Puig de Missa con una puntualidad casi británica y bajo un precioso sol de atardecer y según se iba echando la noche encima y las temperaturas bajaban cubrieron un recorrido que les llevó por la calle del Sol, la calle Sant Jaume, la calle Sant Vicent, la calle del Sol de nuevo y finalmente volvieron al Puig de Missa. Fue una marcha rápida, ligera, seguida por numeroso público y sobre todo, repleta de respeto hacia las imágenes y los cofrades participantes.
Como es tradición la procesión estuvo encabezada por el grupo de 19 romanos que se han convertido en uno de los grandes atractivos de la Semana Santa en Santa Eulària. Como comentó más de un turista presente en los laterales de los accesos al Puig de Missa, sus trajes están tan logrados que parecen sacados de una película de Hollywood, y su sobriedad a la hora de portar su estandarte, en el que se puede leer SPQR Ins Avg Ebusus, y la cruz ya presagiaba lo que iba a suceder después. Fe y silencio, en ocasiones estremecedor.
Bajo estas premisas desfilaron después los doce apóstoles, transformados como por arte de magia en doce niños, la buena samaritana, también una niña con una jarra de barro que simboliza a un personaje bíblico que según la devoción cristiana dio de beber agua a Jesucristo en su camino hacia la crucifixión, la Agrupación Musical Nuestra Señora de la Estrella y la primera de las siete cofradías de la Vila des Riu. Era la cofradía de Santa Marta, con sus trajes verdes y rojos y con una talla que, como el resto de las participantes, se llevaron con ruedas y lucieron preciosas con numerosas flores.
La segunda cofradía fue la Cofradía del Cristo atado a la columna, con un hábito muy parecido a la de Santa Marta; seguido de la primera parte de la Banda Municipal de Santa Eulària; la Cofradía del Nazareno, de blanco y morado y con más de 50 seguidores y sus fieles de paisano con velas; la Verónica con la Santa Faz; la Cofradía del Cristo de la oración, vestidos de rojo y negro y con su imagen de Cristo cargando con la cruz empujada por seis cofrades, y la Hermandad de Caballeros Legionarios de Santa Eulària. Llegado este punto, el silencio en los accesos al Puig de Missa se hizo aún más impresionante al poderse escuchar únicamente los pasos, perfectamente acompasados, de los soldados uniformados que llevaban con ellos al Cristo de la buena muerte que reside desde hace un par de años en la parroquia de Puig d'en Valls.
Tras ellos, fue el turno de la cofradía del Cristo Yacente, de negro y blanco, y con su imagen dentro de una urna preciosa que lució espectacular iluminada mientras caía la noche; otros cuarenta miembros de la Banda Municipal de Santa Eulària, y finalmente, la cofradía de Nuestra Señora de los Dolores. En este caso, sus cofrades, vestidos de blanco y azul, compartieron protagonismo con una treintena de camareras vestidas con mantilla y completamente de luto al igual que su imagen, Nuestra señora de los dolores. Por cierto, las dos primeras llevaban consigo la corona de espinas y los clavos de la cruz de Jesucristo.
No fueron los últimos. Tras ellos cerraban la procesión las distintas autoridades y los numerosos curiosos que estaban apostados en los laterales de los accesos al Puig de Missa y que decidieron seguir a las imágenes. Eso sí, en silencio y recogimiento.
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