Sorprendentes y cercanos paisajes volcánicos en erupción emulando lluvias de fuego al amanecer, rotundas cascadas que rompen en aguas calmas mientras un rayo de luz ilumina con calidez una montaña a lo lejos o las impresionantes vistas desde la cima de un monte de un delta, sus sinuosas aguas jugando con las tierras a modo de laberinto o juego de niños. Son imágenes que le han valido al ibicenco Javier Tur distintos reconocimientos. El último, la mención de honor de la Federación Internacional de Arte Fotográfico (FIAP).
Lo que este fotógrafo siente al viajar por el mundo buscando su particular interpretación sobre la belleza de los parajes salvajes «es como una felicidad suprema, compleja de describir». A veces piensa que la fotografía es simplemente una excusa para estar ahí. «La felicidad me la aporta el estar ahí, pero también el hacer la fotografía. No concibo una cosa sin la otra. No podría estar sin tratar de plasmarlo con mi cámara. Tampoco podría hacerle fotos a otra cosa», analiza.
Sus imágenes suelen ser en color, pues Tur no concibe la belleza de un paraje natural en blanco y negro, pese a que alguna vez haya probado. «La naturaleza es en color», sentencia convencido. Javier Tur es un ibicenco de 32 años que hace diez estudiaba Derecho y era un deportista de alto nivel en Alicante, cuando un curso del conocido fotógrafo José Benito Ruiz sobre fotografía de la naturaleza y su proyecto 100% Natural se cruzaron en su camino. «A partir de ahí lo fui dejando todo, primero la carrera y después, poco a poco, también el deporte a ese nivel para dedicarme a lo que realmente me gustaba: la fotografía». Aquel curso fue una especie de «epifanía o revelación», puesto que Tur se dio cuenta de que lo que realmente quería hacer y del estilo de vida que quería llevar.
Tras una formación autodidacta en la materia, desde hace unos años su modo de vida consiste en viajar todo lo que puede, descubrir los más bellos parajes naturales, los accidentes geográficos, volcanes o los parques naturales y compartirlos desde su particular visión. «Es muy especial lo que yo siento cuando veo un lugar tan bello. Para hacer esa fotografía que busco, muchas veces lo visualizo, me imagino cómo va a ser ese volcán, o lago o cascada o lo que sea. Muchas veces incluso antes de verlo. Otras veces, cuando ya lo he visto, me imagino cómo quiero que sea esa foto y espero hasta que la consigo. En ocasiones ocurre enseguida, otras tarda poco, o mucho y otras no lo consigo. Creo que esa es parte de la magia de lo que me encanta hacer: la constante incertidumbre».
Su primer viaje, a Islandia
Su primer viaje, uno de los que recuerda con más cariño, fue a Islandia. «Llegó un momento en el que tuve claro que tenía que salir de la isla y supe que mi destino era Islandia». Un lugar que le fascinó, visita periódicamente y del que salió la fotografía con la que ha obtenido el premio más prestigioso de su trayectoria.
Después de cerca de 20 viajes, el último año visitó la Laponia finlandesa, una zona del Ártico en Noruega, la frontera con Rusia y la Laponia Sueca. En unas semanas volverá a Islandia, luego tiene previsto volver a visitar Escocia donde se le quedó la «espinita clavada» de una imagen que no pudo traerse por condiciones adversas y después irá a Siberia.
Su objetivo sigue siendo el mismo: «a mí me gusta la naturaleza extrema. Son paisajes vivos que cambian según las condiciones. Intento extraer la esencia de ese lugar. Sacar eso que yo siento de esa localización, es lo que intento plasmar. La esencia de mis fotografías es lo que yo quiero transmitir del lugar o lo que ese lugar me transmite a mí».
Y en ese camino se encontró también con el volcán Estrómboli en la isla italiana del mismo nombre. Iba en busca de una imagen concreta y como en el primer viaje tuvo muy mal tiempo, volvió una segunda vez. «Entonces tuve las condiciones que necesitaba y pude conseguir que el magma tuviera como trazos y diera la sensación de lluvia de fuego. También busqué el contraste del fuego con las azules luces del amanecer». Una fotografía que hizo a 924 metros de altitud y le valió la medalla de bronce por la Federación Internacional de Arte Fotográfico (FIAP) 2013.
Todas estas imágenes y otras muchas más de Javier Tur forman parte de un proyecto personal sobre la belleza de los paisajes salvajes de nuestro continente que espera finalizar en este 2016.
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