Ya a las seis de la tarde los asistentes hacían cola para conseguir un plato de paella cocinada por Carmen Frígols, una valenciana que hace ya dos años que se encarga de que todos prueben su especialidad: «En principio había ingredientes para unas 800 personas, pero al final habrá para más de mil». Esta experta cocinera reconoce que el año pasado abundaron las felicitaciones entre el público: «Yo no la probé, pero todos me decían que estaba buenísima. Este año, además, le he añadido pescado, lo que la hará mejor aún, ¿no?».
Quince ayudantes vigilaban que todo estuviera correcto. Y así es como fue: como la seda. Pedro Terá, onocido como 'el Caminante', lleva ya varios años ayudando con la preparación de esta paella multitudinaria: «Aquí estamos entre amigos, yo vengo de voluntario y, además, con la misma camiseta del año pasado», dice enseñando su prenda, que luce la palabra 'suerte' en diferentes idiomas.
Después de reposar unos diez minutos, a comer se ha dicho. Con una rapidez increíble, todos empezaban a tener en las manos su plato de paella. Y Carmen, como no, preocupada porque nadie se quedara sin nada, ni bebida, ni pan, ni mucho menos paella.
Con todo, el vino payés iba rodando de boca en boca a través de un porró. Pedro Terán no se perdía nada: «Trae el porró que yo me lo bebo, pero me haces una foto...».
Variedad de actividades
Pero la tarde no se acababa allí, ni mucho menos. Una vez con el estómago lleno, diferentes actividades tenían lugar en la zona. Al comienzo de Puig des Molins, la Banda Municipal de Eivissa amenizaba la tarde al son de sus instrumentos. Pasado el pequeño descampado donde se cocinaba la paella, un gran número de niños mostraba sus dotes con el tiro con arco. Más arriba, ball pagès para los tradicionales. Y, al borde de los acantilados, los más atrevidos barajaban las posibilidades de tirarse al mar. Pero como aseguraba uno de ellos, «hoy en día la gente ya no tiene valor para tirarse. Antes cada año se tiraba mucha gente. Aquellos sí que eran valientes». Como máximo, dos chicas se remojaban en la orilla después de comer el segundo plato estrella de la tarde, la sandía.
Pero, demasiado rápido para muchos, pasó la tarde entre risas, charlas y mucha paella. Como se demostró un año más, la 'berenada' de Puig des Molins sigue siendo uno de los actos de mayor acogida entre los ibicencos.
Marina Bonet
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