La batalla se desarrolló tanto en tierra como en el mar. Foto: LAURA L. MARÍN

La hora prevista para la concentración de los ejércitos que iban a participar en la cuarta batalla entre cartagineses y romanos eran las 18'00 horas, pero ya sabe, el horario ibicenco es el que manda y tras algo más de tres cuartos de hora de concentración de cartagineses, el pasacalles, encabezado por la Agrupación Musical Cristo de la Agonía, empezó a desfilar por las principales calles del pueblo. Media hora después llegó el momento de embarcarse rumbo a la playa de es Pouet, lugar donde se produjo la batalla de tomates entre el pueblo cartaginés y romano, uno de los eventos festivos más importantes del verano. Mientras tanto, los romanos aguardaban la llegada de sus enemigos formando bandas anchas de tomates en la arena de la playa. El goteo de turistas y residentes que no querían perderse la batalla en la playa era incesante, aunque si bien mostraban un alto interés por este encuentro lúdico y guerrero se resguardaron como pudieron de las salpicaduras de los lanzamientos de esta hortaliza.

Los petardos y los cohetes anunciaban la llegada de los cartagineses en diferentes embarcaciones. «A por ellos, oé, oé», gritaban los miembros del ejército llegado por mar, pero lo que no sabían era que los romanos serían realmente los que irían a por ellos, pues ni siquiera les dejaron poner un pie en la arena sin que les llovieran tomates. Así, mientras algunos cartagineses intentaban soportar los tomatazos romanos desde el agua, otros luchaban por abatir a los enemigos desde tierra firme. Todo esfuerzo por parte del bando cartaginés resultó inútil, pues finalmente los romanos se alzaron con la victoria de esta cuarta batalla. Mientras la diosa Tanit subía al escenario para anunciar la rendición cartaginesa con la consiguiente victoria romana, los tomatazos, esta vez entre el público, proseguían. «Soy la diosa cartaginesa Tanit que viene a poner paz entre estos dos pueblos. Cartagena se rinde», anunció mientras los romanos celebraban su triunfo con un griterío incesante. Poco después llegó el momento de la torrada de la convivencia y los ejércitos se despedían hasta la batalla del año que viene.

María José Real