a tradición manda: un poco de romero, mezclado con hinojo, matalahúva, manzanilla y, por supuesto, el toque del éxito: «En total utilizamos 18 hierbas; hay algunas que no podemos revelar. La elaboración actual de hierbas ibicencas continúa con la tradición de mi familia», asegura Bartolo Marí Mayans, responsable de esta conocida marca de hierbas ibicencas y otros licores tan conocidos como la frígola, el palo o el licor de menta.

La historia de este delicioso licor ibicenco se remonta a más de 200 años: «Se elabora desde siempre en la isla con un procedimiento de elaboración tradicional y muy personal, pues cada familia hacía sus hierbas con los ramilletes que tenía alrededor de casa, por ejemplo, tomillo, mucho hinojo y romero. Era una bebida de consumo doméstico». En 1880, según señala Bartolo, su bisabuelo comenzó la producción industrial y desde entonces se ha consolidado como uno de los productos ibicencos más consumidos tanto dentro de las fronteras del país como en el extranjero.

El proceso de elaboración comienza con el corte de las plantas: «Hay muchas que si las cortas al año siguiente crecen el doble; lo agradecen mucho». Con la materia prima en la mano, las hierbas pueden producirse mediante tres sistemas: la destilación, llevada a cabo en el alambique (un gran recipiente en el que se consigue el aroma de las plantas que posteriormente se usarán en las hierbas, la infusión (el agua hierve, ponemos la planta y dejamos de hervir: «Igual que si nos preparamos un té», señala Bartolo) y, por último, la ebullición (con el agua hirviendo se mete la planta y se deja hervir). Dependiendo de los principios activos buscados se usará un método u otro. Poco después, el líquido obtenido se introduce en unos recipientes llamados jaraberas en los que se mezclan agua desmineralizada y azúcar. Finalmente, el producto pasa a los toneles mezcladores y de ahí se obtiene, por fin, el delicioso licor de hierbas ibicencas. María José Real

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